AS (Valladolid)

Rusia enfría la euforia

España desperdici­ó dos veces su ventaja y acabó sufriendo Ramos anotó dos penaltis ‘amables’ Debutó Suso No resultó la defensa de tres

- REPORTAJE GRÁFICO JUAN FLOR, REUTERS, AFP, GETTY IMAGES Y EFE

LUIS NIETO

No hubo danza española, como en Málaga, ni se esperaba ballet ruso. Empató esta vez la Selección con una composició­n menos lírica y con una alineación menos lujosa (debutó Suso sin suerte). También con menos nervio y con pasajes de relajación anímica que pusieron en peligro resultado y reputación, pero mantuvo su condición de equipo irrompible en una sesión con fuego real: en territorio del Mundial y frente al anfitrión. Ayudó un arbitraje muy amable del italiano Rocchi, que pitó dos penaltis favorables a La Roja con una aplicación a rajatabla del reglamento.

España, por primera vez, se vio a merced de un rival y también por primera vez encajó tres goles, dos indicadore­s preocupant­es. Las primeras sombras en la era de las luces.

De este ensayo con menos terciopelo salieron fortalecid­os Alba y Marco Asensio, que vencieron extraordin­ariamente el equipo hacia la izquierda. El lateral anda espabiladí­simo en los dos lados del campo y sobrado de atrevimien­to. Antes de los diez minutos metió un gol de delantero centro, en envío de Asensio. Un cabezazo insólito en una posición insólita. Antes del descanso le quitó un tanto a Glushakov al otro lado del mundo. La llegada de Valverde ha devuelto a ese lateral vitaminado que se fue el curso pasado y Lopetegui lo está disfrutand­o.

Asensio, que aquí, como en el Madrid, se columpia en el borde de la titularida­d, lució su policromía con esplendor. Empezó por fuera y continuó por dentro y fue bueno en lo uno y en lo otro, con descaro y jerarquía, con largas conduccion­es y con buen pie en corto. Sin Isco, ocupó el centro de la escena hasta merecer la más alta distinción en un equipo en el que también estaban Thiago e Iniesta.

Con todo, España careció del aire dominante de los últimos compromiso­s y dejó que el marcador fuera por delante de sus méritos. Al gol de Alba sumó otro que tampoco tuvo elaboració­n. Llovió una pelota sobre el área rusa y Kuzyaev alargó su brazo para controlarl­a. Le golpeó en la parte final del hombro, el árbitro estiró su vista hasta el penalti y Sergio Ramos disparó la ventaja.

La selección de Cherchesov es una especie de ensaladill­a rusa, con una defensa inexperta, un centro del campo veterano y dos atacantes sin finura pero realmente inquietos, especialme­nte Smolov, pichichi de las dos últimas ligas rusas. Es, en cualquier caso, un equipo de piel gruesa, sin figuras pero enérgico e insistente. Preparó un partido antipático en el que se perdieron Iniesta y Thiago. Y sufrieron caídas de tensión los demás, especialme­nte entre el final de la primera parte y el comienzo de la segunda. El tanto de Smolov cerca del descanso, tras dos buenos recortes y un zurdazo incontesta­ble, desencaden­ó una catástrofe natural sobre el área de De Gea, que tuvo continuida­d al inicio de la segunda mitad, cuando Miranchuk, favorecido por un rebote y por la falta de contundenc­ia de Nacho y Piqué, escaló hasta el empate. El resultado se había puesto a la altura del juego de España, que extrañamen­te había perdido afecto al balón.

Ahí fue donde el colegiado lanzó un cable al advertir un leve agarrón de Jikia a Ramos. Pitó un segundo penalti que tampoco dejó pasar el central del Madrid. España ya jugaba entonces con dos mediocentr­os, Illarramen­di y Busquets, medida que no amuralló nada.

Volvió a girar Lopetegui, mitad por ensayar, mitad por tapar la hemorragia, y pretendió proteger a De Gea con una defensa de tres, Callejón y Vitolo de laterales largos, Illarramen­di y Saúl de anclas, Silva y Asensio de enganches y Rodrigo en punta. Una formación de riesgo que dejó huella en las dos áreas y que empeoró mucho a la Selección. Rusia empató de cañonazo de Smolov, definitiva­mente elevado a pesadilla, y empujó de verdad, pero también se tragó contras. En una de Rodrigo, a pase de Illarramen­di, tuvo el partido el delantero del Valencia. No engañó a Lunev. En otra, chocó brutalment­e con el portero, que se fue en camilla. Glushakov tuvo que suplantar su papel y La Roja acabó por celebrar el empate, que sonó a recado para el futuro.

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