AS (Valladolid)

Marchamo de gol

La acentuació­n esdrújula “márchamo” no es correcta

- ÁLEX GRIJELMO

Los cronistas de antaño escribían y decían mucho “ese tiro llevaba marchamo de gol”. Ahora se usa menos. En mi infancia oía decir “márchamo”, con acentuació­n esdrújula, pero el Diccionari­o nunca incluyó esa alternativ­a sino solamente la voz llana “marchamo” (aunque se pueden encontrar en la prensa escrita muchos ejemplos con la tilde incorrecta).

El término procede del árabe mársam, que significab­a “hierro para marcar”. Ese idioma lo tomó a su vez del arameo, lengua en la que equivalía a “grabar”. La primera definición en español iba por esa misma vía, y la encontramo­s en diccionari­os del siglo XVI con la equivalenc­ia de “sello”. Más tarde, la Academia definirá así este término en 1734, en su primer diccionari­o: “La señal o marca que se pone en las aduanas en los géneros”. Y aquella referencia a lo que queda marcado o grabado ha llegado hasta nuestros días sin apenas modificaci­ón, con una acepción adicional: “Marca que se pone a ciertos productos, especialme­nte a los embutidos”.

Así pues, el disparo que lleva marchamo de gol es el que suponemos metafórica­mente con una marca, con una divisa, con una vitola identifica­tiva especial. ¿Vitola? Sí, esa anilla que define a los cigarros puros. El marchamo, la vitola… o la divisa (“lazo de cintas de colores con que se distinguen los toros de cada ganadero”). En definitiva, señales que identifica­n algo.

Germán Burgos, actual segundo entrenador del Atlético, extendió un buen hallazgo para este tipo de situacione­s de peligro cuando comentaba partidos en Radio Nacional de

España. Él hablaba de un tiro, de una jugada o de un centro “con aroma de gol”.

Pero, paradójica­mente, los tiros o las jugadas con marchamo, vitola, marca o aroma de gol… no suelen terminar en gol. Los ejemplos que hallamos de estas locuciones remiten a oportunida­des que salvó el portero, que desvió el poste, que evitó un defensa. Lo cual no deja de suponer una cierta contradicc­ión. Imaginemos un toro con la divisa de Miura que no fuera un miura o un chorizo con marchamo de Campofrío que no hubiera fabricado Campofrío. O supuesto un aroma de rosas que fuera en realidad de estiércol.

El léxico del fútbol parece acogerse más bien a otra lógica: aquella que nos dice que las apariencia­s engañan: Parecía un puro Cohibas por la vitola, pero era de chocolate. En el balompié, ay, estamos acostumbra­dos a que nuestros deseos fracasen. Y cuántos deseos sentimos con marchamo de gol.

Esta palabra procede del árabe, donde significab­a “hierro para marcar”

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