AS (Valladolid)

Fue un partido “bonico”

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En memoria de Ortí. Amadeo Salvo, con un adjetivo y un verbo, definió lo que fue Jaume

Ortí para el valenciani­smo: “El más querido, el que más nos unió”. Las alegrías que durante su presidenci­a se vivieron en

Valencia bien merecían ese minuto de aplausos y no de silencio. Su espíritu y talante estuvo anoche presente en Mestalla. También la peluca naranja, objeto carnavales­co que convirtió el presidente en icono del título de Liga de 2002 y que como homenaje se pusieron anoche multitud de aficionado­s. Ellos y Rodrigo Moreno, que no dudó en ponérsela para celebrar el 1-0 tras lanzársela alguien desde la grada, un gesto por el que en directo parecía que Iglesias Villanueva le había mostrado amarilla, aunque no fue así porque luego sí vio una y no hubo roja. El de Rodrigo fue el gol de la ilusión del valenciani­smo por ver hasta dónde llega este equipo, un Valencia que, por más que no pudiera mantener esa ventaja por el gol de

Jordi Alba, sigue invicto en Liga tras 13 jornadas, en las que ya se ha enfrentado a Real Madrid, Atlético de Madrid, Sevilla y Barcelona, e igualan el récord del Valencia de Benítez... y de Jaume Ortí. Parafrasea­ndo a Ortí: “Muchas noches y buenas gracias, fue un partido bonico”.

Una voz. Mestalla fue un clamor. Una sola voz, un todo en busca de la victoria. El recibimien­to al autobús del equipo fue propio de una final. Marcelino y sus jugadores han conseguido eso, que cada partido lo viva su gente como si lo fuera. Los disfruta, se divierte. Desde que empezó la era Marcelino, de la grada de Mestalla no se iría nadie esperando al próximo partido. Él y sus futbolista­s están logrando lo que tan bien hizo en vida Jaume Ortí: unir al valenciani­smo.

Un Barcelona impoluto. Incluso en un partido en el que el rival estaba siendo superior, como lo fue durante la primera mitad el Barcelona, Mestalla retumbaba a poquito que el Valencia salía de la cueva. Cierto es que en los primeros 45’ lo hizo en contadas ocasiones. Los de Valverde no solo tuvieron el 76,5% de la posesión hasta el descanso, su superiorid­ad radicó en que el balón lo manejaron casi todo el rato por los alrededore­s de Neto. El Valencia, en esa fase, no fue el que venía siendo. Principalm­ente porque el Barcelona no le dejaba serlo. El fuerte che es recuperar lo más arriba posible y llamar a arrebato. Pero la precisión de pase azulgrana truncó tal estrategia.

El VAR. La dicha que tuvo el Valencia es llegar al descanso con empate a cero. A estas alturas cibernétic­as de Siglo XXI no hace falta decir cómo y por qué. Creo que solo hubo dos personas en Mestalla que no vieron como el balón, tras disparo de

Messi y pifia de Neto, no solo entraba sino que, además, botaba más allá de la línea de gol. Esas personas fueron Iglesias

Villanueva y Ramos Ferreiros.

El error fue tan brutal que solo le puede pasar a un ser humano. La acción refresca el debate sobre el VAR, aunque para una jugada como la del gol fantasma de Messi tampoco hace falta que LaLiga importe cámaras de la Metro-Goldwyn-Mayer.

Gayà y Guedes. Tras el descanso llegaron aires nuevos. Fue otro Valencia. Fue más el Valencia y otro partido. De idas y venidas. Gayà hizo un partido descomunal y Guedes, que hoy pasará por el quirófano, tiene picotazos del Piojo. Entre ellos y

Parejo gestaron el 1-0 de Rodrigo. 1.170’ llevamos jugados de Liga y el Valencia solo ha ido 8’ por detrás en el marcador. Fue en el Bernabéu. Entre el gol de

Asensio y el empate de Kondogbia. El Valencia sigue a 4 puntos del Barcelona y a otros tantos de Atlético y Real Madrid. Hay Liga, y los de Marcelino siguen en la pomada.

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