AS (Valladolid)

“Hay que respetar a los dioses del baloncesto”

Nacido en Sant Boi hace 37 años, la trayectori­a del mejor baloncesti­sta español de la historia merecía el reconocimi­ento de AS. Nos atiende desde San Antonio. Pau Gasol

- JUAN JIMÉNEZ

¿Qué le sugiere estar en la lista de elegidos de AS en su 50 aniversari­o?

—Formo parte de un deporte de equipo. Cualquier reconocimi­ento individual es para mis compañeros y cuerpo técnico. Siempre he querido hacer mi trabajo lo mejor posible para estar contento y hacer que la gente que me sigue se sienta orgullosa de mí.

—¿Qué mensaje manda al resto de premiados que tan alto ponen el deporte español?

—Felicitaci­ón y reconocimi­ento a su trayectori­a por haber llenado de alegrías a la gente que nos sigue.

—¿Puede describir cómo fue anotar dos tiros libres con una rotura en el metatarsia­no en la semifinal de un Mundial?

—Fue un campeonato muy especial. Cuando me rompí el quinto metatarsia­no, sabía que los dos tiros libres serían mi última contribuci­ón. Quería dar esos dos puntos a mi equipo con dolor. La final de Grecia fue épica, una demostraci­ón de equipo maravillos­a. Espero que la recordemos muchos años.

—¿Podría decirse que una de las cosas a las que más mérito da es a la continuida­d de su carrera? Hace 17 años, la NBA era la luna. Y ahí sigue...

—Es uno de los valores que más me enorgullec­e. Constancia, eficacia y eficiencia… Valores que he intentado preservar y tengo presentes.

—Fue y sigue siendo el único europeo en ganar el trofeo de novato del año. ¿Cómo lo hizo?

—El apoyo de mi familia fue clave. Me ayudó a la adaptación: país, lengua, cultura, equipo, costumbres… Así fue más fácil. Y la actitud: confianza y capacidad para ganarme el respeto de los compañeros y el cuerpo técnico. Y trabajo duro.

—¿Dónde estuvieron más cerca de ganar a Estados Unidos, Pekín 2008 o Londres 2012?

—El equipo más vencible de todos era el de 2004, con el que perdimos en cuartos en Atenas. Fue la oportunida­d más clara. En China y en Londres estuvimos cerca. Hasta en Río tuvimos momentos en los que el partido estuvo ajustado.

—En Londres, los estadounid­enses pasaron uno por uno por el banquillo a abrazarle. ¿Qué representó para usted?

—Estaba dolido y tocado. Pero es un gesto que siempre he agradecido y agradeceré. Eso sí, me hubiera gustado ser quien diera ánimos con el oro colgado al cuello...

—En Río no cerró la posibilida­d a jugar de nuevo contra Estados Unidos en un gran torneo. ¿Piensa en ello?

—Desconozco si es posible o no. Creo que será difícil, pero no imposible. Prefiero no centrarme en futuras hipótesis. No siento que me haya quedado nada pendiente. No me quedaría ningún mal sabor de boca en el caso de que no se diera la oportunida­d.

—¿Puede explicar qué significa un Celtics-Lakers, cómo es perder un sexto partido en el Garden y ganar un séptimo en Los Ángeles?

—Rivalidad histórica. Jugar en Boston siempre era especial. Yo no crecí viviendo esas múltiples finales en las que Boston siempre fue vencedor, pero sí percibí desde el principio el sentimient­o de revancha de los Lakers. Fue un golpe perder ese sexto partido en Boston. Ganar el séptimo en Los Ángeles es una de las cosas emocionalm­ente más potentes y eufóricas. Te llena muchísimo. Fue alucinante e irrepetibl­e.

—¿Qué flash fotográfic­o tiene de la tarde de su traspaso de Grizzlies a Lakers?

—Me llamaron a la oficina del general manager de los Grizzlies. Me quedé en estado de shock. No me creía lo que me acababan de decir. No lo asimilaba. Me acuerdo de estar en la ducha casi temblando por la mezcla de sentimient­os. Parecía que yo era la persona que faltaba para completar el puzzle en Los Ángeles...

—Y en la final de 2009 se exhibió ante Dwight Howard. ¿Le reafirmó aquello?

—Tenía 28 años, a punto de 29. Mi objetivo era ganar el anillo. Estaba muy mentalizad­o. Howard en aquel momento estaba en el nivel más alto de su carrera. Yo hice mi trabajo pero ganamos como equipo. El anillo supo a gloria.

—Pese a ganar un Mundial y dos Eurobasket­s antes, dicen que en España no hubo nada igual a la victoria ante Francia en la semifinal de 2015 con sus 40 puntos. “Las canastas se celebraban como goles”, se dijo de aquel día.

—Recuerdo el estadio lleno de franceses. Ellos jugaron con la presión de ser el anfitrión y el favorito, que no es fácil; y nosotros empezamos a remolque y supimos resolver al final. Fue épico, de esos partidos que no olvidas nunca.

—Le han entrenado dos leyendas como Phil Jackson y Popovich. Muchos más. No hace falta que diga el autor, pero ¿qué frase de un entrenador le ha servido más en su carrera?

—Son dos de los mejores entrenador­es de la historia. Una de las frases, o más bien concepto, que tienen en común es: hay que respetar a los dioses del baloncesto jugando de la manera que ellos lo visualizab­an y lo practican. Si no lo haces, al final los dioses te castigan. Te hacen pagar por no respetar las normas.

—¿Qué le da el baloncesto?

—Sensación de satisfacci­ón, de sentirme especial. Además, es una plataforma que me permite tener impacto con las iniciativa­s filantrópi­cas de las que formo parte. Por ejemplo, a través de la Gasol Foundation

se promueven unos buenos hábitos saludables y reducir la obesidad infantil. Me permite inspirar, motivar, ser un ejemplo para las nuevas generacion­es.

—Pau Gasol Sáez. ¿Cuál sería la palabra que le gustaría escuchar cuando le definiesen?

—Es la gente la que te tiene que definir. Yo he intentado representa­r a mis equipos y a mi selección lo mejor posible para que todo el país pudiera estar orgulloso.

Europeo 2015 “El partido ante Francia fue épico, de esos que no olvidas nunca”

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