Un castigo y un brindis al sol
El caso que sacudió hace una semana al culturalismo redunda en la evidencia. El futbolista medio es un ser humano que necesita ayuda más allá de los elevados contratos que, entre otros efectos, les apartan de la realidad hasta creerse por encima del bien y del mal. Viven en un mundo paralelo, en una burbuja que siempre explota y deja pedazos. Yelko Pino y Emi Buendía metieron la pata y tanto monta como monta tanto, pero ¿quién no ha despotricado de sus jefes, compañeros, amigos y familiares en privado?. Levanten la mano. La diferencia es un dedo despistado, una cabeza hueca.
Reparemos ahora en el comportamiento de aquellos que ponemos el envoltorio al negocio, aficionados o periodistas oportunos, listos para despedazar a la presa fácil. Las misma redes del delito fueron el cobijo de ataques sin piedad, vejaciones delictivas que no tendrán castigo para los autores escondidos en el seudónimo, calumnias con nombres y apellidos bajo el disfraz de una peña que sigue campando a sus anchas. No, no todo vale con tal de seguir la tendencia. Los dirigentes de la Cultural tienen trabajo más allá del terreno de juego.
Su mano de hierro resultó un brindis al sol porque el final estaba cantado. Yelko, despedido y Buendía, reintegrado tras el clamor popular. ¿Acaso es uno más culpable que otro? Nunca creí en las medias tintas y para este viaje no necesitaban semejantes alforjas. Impera el interés deportivo más que el amor a un escudo por lo que Buendía no debió ser metido en la nevera. Su sitio es el once inicial porque sólo con la pelota en los pies todo volverá a ser como antes.