AS (Valladolid)

Valdano “¿El Gráfico? El fútbol sin la palabra es poca cosa”

- MARCO RUIZ /

Generación tras generación Argentina creció descubrien­do el deporte de la mano de ‘El Gráfico’. Valdano (Las Parejas, 1955) no fue una excepción. Más aún, él pertenece a ese escogido grupo de literatos que alimentaro­n la grandeza del fútbol con la palabra...

➥ ¿Qué sensación le deja la desaparici­ón de El Gráfico? —Es como si me quitaran un juguete de la infancia. El fútbol sin la palabra es poca cosa, y esa es una frase que guarda relación con la radio, donde me llegaba hasta Las Parejas, mi pueblo, la voz emocionada de los relatores, y donde El Gráfico también me resultaba extraordin­ario por su calidad en las fotos, su atractivo literario… —¿Cuándo empezó a leerla?

—A mí me faltó mi padre desde que tenía cuatro años, así que la revista en mi casa no entraba. Me iba a la peluquería a leer El

Gráfico, y dejaba pasar a todos los clientes porque hasta que no la terminaba, los que llegaban, tenían prioridad. —¿Cuáles son los primeros ídolos que descubrió en ella?

—Jugaba en River un crack de la época nacido en mi pueblo, Ermindo Onega, que fue al Mundial del 66. Para mí fue un gran atractivo inicial. Era un futbolista muy argentino, corría poco, tenía una técnica exquisita… Recuerdo también un conjunto de fotos en las que enseñaban a Pelé vendándose el tobillo antes de un partido, en una gira que estaban haciendo, porque Pelé siempre estaba de gira. Y aquello me transportó a ese vestuario… El

Gráfico todo eso lo reflejaba de una manera hasta amorosa. —¿A qué periodista­s admiraba?

—Los había que escribían como los dioses. Osvaldo Ardizzone, Juvenal, más adelante Vega Onesime, Carlos Bonelli… Un grupo de gente admirable que además defendía un tipo de fútbol muy específico. De hecho, después del Mundial de España, cuando

El Gráfico le dio la espalda a Menotti, hubo un grupo de periodista­s que abandonaro­n la publicació­n sólo por lealtad a una idea. —¿Quiénes? —Uno fue Carlos Bonelli, que luego vino a España a trabajar y terminó teniendo un accidente terrible que marcó su vida. —¿La literatura deportiva argentina supera al resto que conocemos? —A principios de los 70, Roberto Santoro, que era un escritor que sabía vincular lo cultural con lo popular, publicó un libro llamado ‘Literatura de la pelota’. Fue uno de los desapareci­dos de la dictadura militar, sucedió no mucho después de salir aquel libro que ya traía todo lo que el fútbol había producido literariam­ente hasta ese tiempo. Había cánticos de la tribuna, poesía, cuentos, letras de tango, párrafos sueltos de grandes escritores... —¿Fue el inicio de todo?

—Es posible que Argentina haya sido el primer país, por lo menos de habla hispana, que le diera tanta importanci­a a la literatura

deportiva. Ahora se cumplen 15 años de una editorial, El Arco, que es puramente deportiva. En la primera edición venían cuentos de Eduardo Galeano, dibujos del Negro Fontanarro­sa, yo mismo hacía la contratapa… ¡Y ha sobrevivid­o al tiempo después de publicar decenas de libros! Y todo eso ha contribuid­o a que el fútbol se piense más allá de la pasión con la que se viva. —¿No le da pena que se esté perdiendo el gusto por el papel?

—Lo importante es que no se pierda el talento. A aquellos que nos gusta el fútbol y la reflexión siempre terminamos encontrand­o unas firmas que son referentes. Tarde o temprano habrá un regreso a los contenidos. Ahora nos estamos acostumbra­ndo a las distancias cortas, a que todo se triture, pero tanto en política como en cultura hay medios que se empiezan a abrir paso, con millones de suscriptor­es, porque han decidido ser rigurosos, profundos y, también, atractivos. Y en el deporte terminará ocurriendo. El pensamient­o nunca pasará de moda... —¿Cuál fue la primera portada que le hizo El Gráfico?

—Jugamos el Torneo juvenil de Toulon, con Menotti. Había muchos que luego fueron mundialist­as. Pienso en Passarella, Tarantini, Trobbiani… Era la primera vez que Argentina ganaba un torneo de estas caracterís­ticas. Yo metí el gol consagrato­rio en la final contra Francia, ganamos 1-0. Y cuando hacíamos escala

en acercó Madrid el periodista para volver de El se Gráfico me

me que dijo nos un secreto había acompañado que ya puedo y contar, que sería portada de la revista. La foto era tirándole un caño a un jugador. —¿Le cambió la vida?

—Cuando éramos pequeños y jugábamos en el parque y metíamos un gran gol, decíamos: “¡Para la tapa de El Gráfico!”. Salir en la tapa significab­a haber llegado a alguna parte. Pero debo decir que yo salí antes de merecerlo. —¡Vaya!

—Cuando después llegué a Newell’s había grandes estrellas, jugadores de muchísimo nivel, que me dijeron: “Toda una vida jugando al fútbol y nunca fui tapa de El Gráfico”.

—¿Qué portada fue más especial para usted?

—La del Mundial del 86. Después de haber metido el gol a Bulgaria. Fue un grito de gol. Debo decir que mi admiración y agradecimi­ento a El Gráfico es tal que tengo la colección. —¿Entera?

—Desde los años 50 y hasta el año casi 90. Y de vez en cuando le echo miradas y sigo encontrand­o cosas interesant­es, no sólo en lo emocional, sino en lo analítico y en el amor con el que se hablaba del fútbol. —¿Cuál fue el mejor momento de la revista?

—Cuando fuimos campeones en el 86 tiraron más de un millón de ejemplares. Ahí era Argentina, Maradona, Inglaterra… El fútbol uniendo a todo un país. Pero bueno, a través de El Gráfico yo me relacioné con el boxeo, con Locche, Monzón. Con el tenis, por supuesto, Vilas fue primer actor durante mucho tiempo. Con Fangio en el automovili­smo... Todo se presentaba de una manera tan atractiva que aun sin gustarte ese deporte específica­mente, era imposible no leerlo.

Inicios “En mi casa no entraba, iba a leerla a la peluquería de mi pueblo” Cultural “En el parque si hacíamos un gran gol decíamos: Para la tapa de El Gráfico”

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