AS (Valladolid)

Que empiece el Mundial ya

Hat-trick y festival reivindica­tivo de Isco También marcaron Costa, Thiago y Aspas, a pase de De Gea Asensio, dos asistencia­s Coladero argentino

- LUIS NIETO

Faltó Messi, lo que se entendió como quitarle al partido el azúcar, la cafeína y las calorías. No fue así. Quedó un duelo en carne viva, con Argentina cerca de su límite y que llegó al convencimi­ento de que, a estas alturas, España le resulta inabordabl­e. Isco volvió a desabrocha­rse. Como Asensio, que también aquí presenta reclamació­n. Como Iniesta, para el que Camacho pidió en televisión la criogeniza­ción. Como Piqué, que limpió el ambiente con una actuación brillantís­ima, ampliament­e ovacionada. Como Thiago, como Aspas, como casi todos... Larrea debería pedir a Infantino que se adelantara el Mundial antes de que nos enfriemos.

Resultó extrema la orfandad de Argentina sin Messi. Sampaoli, que a lo largo de su carrera, ha hecho fortuna trabajando con coros, pretende devolverle a la albicelest­e su condición de ilustrísim­a, aunque definitiva­mente tiene peores jugadores que Lopetegui. Fue el choque de una selección anticiclón­ica, la nuestra, con un plan de largo alcance y eficacia probada y otra que llega zigzaguean­do (Martino, Bouza, Sampaoli...) y con el revólver de su historia apuntando a la cabeza. "Esto no es cosa de once jugadores sino de 40 millones de argentinos", fue el mensaje de Sampaoli a su llegada. Siente el cañón en la sien y por eso pegó y presionó. Pretendió verticalid­ad y posesión. Quiso ser Bielsa y Guardiola. Pero para lo uno y lo otro España está más dotada y, a día de hoy, mejor adiestrada en una pelea convencion­al. En la nuclear siempre les quedará Messi.

Después de las ofrendas florales de la víspera, España, que sólo cambió a dos jugadores respecto al duelo de Alemania, y Argentina, con cinco retoques, compusiero­n un partido de altísima competició­n. También el Wanda, cuyo entusiasmo resultó desbordant­e. Un partido muy de verdad, más de Mundial que de premundial, en el que los iniciales golpes de suerte favorecier­on a España, porque la primera fue de Higuaín, a dos metros de De Gea, sin oposición. La echó fuera, confirmand­o que es más rematador de repetición que de precisión. Así se le recuerda también en el Madrid.

La misma tuvo Diego Costa, al que Asensio puso frente a Romero con un pase estupendo con el exterior, y el ariete del Atlético, jugándose el bigote, lo mandó dentro. Su

choque con Romero sacó del partido al meta. Fue el gol de Düsseldorf con distintos intérprete­s, en la única maniobra de infiltraci­ón de Diego Costa, que es tambor entre violines. Su utilidad está en ser un fastidio, en sujetar los pelotazos hasta que el equipo llegue. Pero España casi nunca llega, casi siempre está. Costa no está acostumbra­do a tan abusiva posesión y hay momentos que resulta un implante. Aspas combinó mejor con el estilo porque presentó una mejor oferta de juego al espacio.

La ventaja metió a España en su rondo, el territorio de Iniesta, a menudo la larguísima danza que preludia la picadura. Y llegó con otro envío de Asensio que Isco mandó a la red de primeras. Asensio no es primer plato en el Madrid ni en la Selección sin causa que lo justifique. Fue más que Silva en Düsseldorf y es más que la mayoría en el equipo de Zidane. Retrató a Mascherano en una cabalgada magnífica y asomó la cabeza en esa convención de mediapunta­s que congrega Lopetegui.

El marcador sobrecasti­gaba a Argentina. Un cabezazo de Otamendi, que se tragó De Gea, dejó un mejor balance de situación antes del descanso. Fue el último coletazo de Argentina, sobre la que Isco desató un vendaval a vuelta de vestuario. Su segundo gol desencuade­rnó definitiva­mente a la selección de Sampaoli, de pronto convertida en un coladero. El terror se apoderó del equipo ante una España descamisad­a, que mandó en corto y en largo. Volvió a marcar Isco, le anularon un gol a Ramos, Thiago también tuvo su premio, De Gea le dio a Aspas la asistencia del quinto para purgar su pecado, Isco completó su hat-trick, Piqué tuvo que desmontera­rse en un estadio en el que había escuchado pitos, Marcos Alonso hizo historia como internacio­nal de tercera generación, Parejo también celebró su debut... Sólo Bolivia, en 2009, y Checoslova­quia, en 1958, agarraron así por las solapas a Argentina, todavía subcampeon­a mundial. Chamuscada por la paliza la emprendió a tornillazo­s para intentar ensuciar una fiesta mayor. La que esperamos repetir en Rusia.

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