AS (Valladolid)

Es Oblak quien manda en la capital

El Madrid tuvo más ocasiones y dio dos palos, pero topó con el meta Marcaron Cristiano y Griezmann Zidane quitó al portugués con 1-1 y Diego Costa tampoco acabó Estrada Fernández suspendió Bale mejoró a Benzema

- LUIS NIETO REPORTAJE GRÁFICO J. RUBIO, F. SEVILLANO, CH. DÍAZ, J. GANDUL, J. A. ORIHUELA, EFE, REUTERS, GETTY Y AFP

En la capital mandó el Madrid y en el resultado Oblak, la fortaleza de esta Liga. Aun desprovist­o de la agonía de otros tiempos, durante una hora el derbi estuvo a la altura de su historia. También las estrellas de uno y otro, Cristiano y Griezmann, jugadores fuera de convenio y autores de los goles. Después se pensó en Europa, lo que dará de comer a unos y a otros. El Madrid lamentó dos palos y reclamó dos penaltis, intangible­s que le hicieron creerse mejor. Quizá lo fuera, pero abusó de los centros laterales, síntoma de falta de paciencia, virtud que sirve de peana a los éxitos de este Atlético.

El equipo rojiblanco ha hecho un arte de saber esperar. Antes y durante la provechosa era Simeone. Un equipo de trinchera, un equipo arrebatado hecho para quitarle el arrebato a los partidos, un grupo encastilla­do con las orejas tiesas para penalizar el menor rival del adversario. El enemigo que más antipático se le hace al Madrid. También en esta ocasión. El Atlético no considera un descrédito entregar la pelota y medio campo. Lo que en otros es sumisión él lo entiende como plan de caza. Pero en la primera parte sobrevivió de milagro bajo su coraza, ante un Madrid superior que topó con los palos y con Oblak, principal acusado de obstrucció­n a la justicia.

Pese a que Simeone renunció a la alineación mordaza con Vitolo (el entrenamie­nto y no el currículum es la selectivid­ad de los futbolista­s, fue el mensaje), el Atlético pasó más de media hora en el refugio. Simeone puso lo que tenía y Zidane lo que quiso, muestra de la diferencia de profundida­d de ambas plantillas. El francés abrió el campo con Bale y Asensio y metió a Lucas Vázquez en un insólito papel de mediapunta sin demasiado éxito. El gallego es más jugador de desborde que de infiltraci­ón. Y por detrás, Kroos y Kovacic, indicativo de que Casemiro apunta a central ante la Juve.

Ese Madrid con reservas fue superior a un Atlético sin ellas. Oblak le paró un remate con el estómago a Cristiano; la cruceta devolvió un trallazo de Asensio después de un penalti de Juanfran a Kroos que Estrada le negó al Madrid; el meta también sacó tres remates más, dos lejanos, de Cristiano y de Carvajal, y otro de Varane a bocajarro. El larguero llegó donde él ya no pudo alcanzar en una rosca de derecha de Marcelo. Todo eso fue incapaz de detener la industria siderúrgic­a de Simeone, por otro lado irreprocha­ble en el esfuerzo.

El asalto fue largo y el fuego intenso durante la primera media hora, porque Thomas no acertó en la salida de la pelota, aunque sí en casi todo lo demás. Y tampoco Koke y Saúl encontraro­n un pasillo por el que sacar al equipo de su escondite ante aquella acometida del Madrid, que no resultó furiosa sino medida y concienzud­a. En esa media hora Bale y Asensio alfombraro­n las bandas del Madrid, aunque con cierta falta de continuida­d. Ese pecado es común a ambos pero, en cualquier caso, el galés ofrece más presencia y más pólvora que Benzema.

Pasada la media hora el Atlético pasó a reanimació­n. Incluso disfrutó de una oportunida­d apreciable, en remate de Costa tras escapada. Equivocó el palo. En el primero le esperaba la mano izquierda de Keylor. También le quitó un asistente una ocasión clarísima al pitarle un fuera de juego a Vitolo cuando había arrancado desde campo propio. Aunque tarde, el Atlético había dejado de ser invisible.

Así que el 1-0 le cogió tomando aire. Ocurrió en un sprint de Bale por la izquierda, su suerte natural que él ha convertido equivocada­mente en contraria. Su centro pasado sobrevoló la defensa atlética y murió en una volea cruzada de Cristiano inalcanzab­le para cualquiera, incluso para Oblak. Dio la impresión de que el Madrid había colocado las piezas en su sitio: Lucas en la derecha, Bale en la izquierda, Asensio en el enganche. Pero quitarle la cremallera al partido tuvo el efecto contrario al que esperaba el Madrid. En dos minutos empató el Atlético, en combinació­n precisa entre Vitolo y Griezmann (arrancó al filo del fuera de juego), y estuvo al borde de la remontada. Keylor sobrevivió al pelotón de fusilamien­to: adivinó el escopetazo de Koke casi en su cara. En ese partido fuera de control era mejor el Atlético.

Sin acabar el derbi, empezó el encuentro ante la Juve. Con el Madrid enfangado Zidane quitó a Cristiano. Le copió Simeone con Costa. Lisboa también entraba en el partido. A partir de ahí el Madrid se justificó con un dominio sin provecho (Lucas reclamó otro penalti) y el Atlético entendió el empate como botín suficiente para mantener en esta Liga la medalla de plata. Ramos tuvo dos en el descuento, pero Lisboa vale como recuerdo pero no como solución eterna.

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 ??  ?? EL MURO ESLOVENO. Oblak realizó siete paradas e impidió que el Madrid ganara el derbi. En la imagen rechaza un buen disparo de Cristiano.
EL MURO ESLOVENO. Oblak realizó siete paradas e impidió que el Madrid ganara el derbi. En la imagen rechaza un buen disparo de Cristiano.
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