AS (Valladolid)

“Brindaría un toro a la afición del Atlético por sus valores”

Paco Ureña

- A. MÉRIDA / G. POSE

CAFÉ, COPA Y FÚTBOL Un aire grave de drama recorre el rostro de Paco Ureña, un torero de ley que a sus 35 años empieza a guiñarle la gloria. Sus tres citas de San Isidro confirman su sello de figura de postín. Y en su bravo corazón hace sitio de barrera para su amado Atlético.

Cuando llega mayo, con su Feria de San Isidro, ¿cómo se le altera el cuerpo y la mente?

—Todo se altera mucho. Cambia el cuerpo, la cabeza, el carácter, el estado de humor, cambia todo. Y en mi caso, que estoy anunciado tres tardes, qué te voy a decir.

—La primera de ellas, el día de San Isidro, y un día después, el 16 de mayo, su Atlético disputa la final de la Europa League en Lyon. La semana promete.

—Sí, veremos qué sucede al final, pero son dos días estupendos. ¡Ojalá salga todo bien!, tanto mi actuación en Las Ventas como la final del Atleti. Confío en que el equipo dé una alegría a la afición porque sería un justo premio a toda la pasión que desbordan los seguidores atléticos.

—Su estilo de torear va unido al sacrificio y a la emoción, ¿cómo lo liga con el espíritu del Atlético?

—Creo que la afición del Atleti tiene unos valores y una capacidad de sufrimient­o que va más allá de los triunfos que se logren. Se acerca a mi manera de interpreta­r el toreo, que es un reflejo de mi personalid­ad y de la forma de vivir como hombre.

—¿A qué jugadores admira más, sean del Atleti o de otro equipo?

—Hay muy buenos futbolista­s pero el que más me sorprende es Messi. Para mí es el jugador con más talento que he visto en mi vida.

—Madrid es la capital mundial del toreo pero también, sobre todo en los últimos años, es la capital mundial del fútbol. El Real Madrid y el Atlético llevan reinando en Europa muchos años.

—Hay que sentirse orgullosos de Madrid. Tiene dos grandísimo­s equipos de fútbol y La Monumental de Las Ventas, referente universal de los toros.

—¿Qué le falta al Atlético de Madrid para ser campeón de la Champions?

—Un poco de suerte, creo que el Atleti ganará pronto la Champions pero, aunque ese gran éxito no llegue pronto, los aficionado­s atléticos tenemos que sentirnos muy contentos de un equipo apasionant­e.

—Ha dicho: “Entregar mi cuerpo a un toro es mi modo de aportar algo a la tauromaqui­a”. ¿Cómo se hace eso?

—Cuando estoy ante un toro me olvido de mi cuerpo, todas las ventajas son para el animal con el fin de construir una faena auténtica, con valor, entrega y conocimien­tos.

—Tiene 35 años, sólo hace cinco años que confirmó en Madrid la alternativ­a, ¿por qué cree que le ha costado tanto llegar a ser figura del toreo?

—Bueno, las carreras de los toreros son muy singulares, ninguna es igual. A mí me ha tocado pasar años muy duros, terribleme­nte duros para llegar hasta donde estoy. Son cosas que pasan en la vida y yo las acepto a pesar de alto precio que hay que pagar.

—¿Ha sentido que este mundo de los toros es injusto, que se favorece más a algunos sin merecerlo?

—La vida es muy cruda y esta profesión de torero es muy cruel. Hace apenas seis años yo no existía en esta profesión y era la misma persona y el mismo torero que soy ahora. Estuve mucho tiempo en el ostracismo, me llegué a sentir muy mal, despreciad­o, no sé. Hay muchos factores e intereses creados que se te cruzan de mala manera. En fin, así es esto y tengo que aceptarlo a mi pesar.

—Nadie le ha regalado nada, está claro, ha pasado por los momentos más duros que se pueda imaginar. ¿Cuántas veces se planteó dejar los toros?

—Muchísimas veces. Mi cabeza se imponía y me decía que ya estaba bien, hasta aquí hemos llegado. Pero siempre que me sacudía ese bajón había un latido dentro de mí que me borraba esos malos pensamient­os. También me impulsaba a seguir el grandioso amor que le tengo al toro, el animal que más quiero en el mundo. El toro me ha salvado de muchos momentos oscuros y jamás, jamás me ha fallado y, sin embargo, yo sí le he fallado a él muchas tardes que no he estado a la altura. Muchas veces, cuando llega la hora de acabar con su vida me ha costado hacerlo, pero, aunque suene extraño, esa es la grandeza del toreo.

—Ahora le apodera un grande de la Fiesta, Simón Casas, ¿pero no le puede llegar a perjudicar que lleve su carrera alguien que tiene tantos asuntos alborotand­o su vida?

—Yo tengo buena comunicaci­ón con Simón pero, en lo que a mí respecta, descarga un poco de su trabajo en Juan Diego, que es quien está más cerca de mí. Me encuentro a gusto y feliz.

—¿Cree que esa relación de sentimient­o puro hacia el toro que tiene usted lo entenderán los que rechazan la Fiesta?

—Muchas veces a los que desprecian la Fiesta les digo lo siguiente: “¿Tú estarías dispuesto a dar tu vida por el animal que tanto defiendes, un perro, un gato, y en este caso, un toro?”. Ninguno de los que tanto afirman defender a los animales daría su vida por ellos.

—¿Usted sí?

—Yo sí, ahora mismo lo firmaría en un papel. Que el toreo siguiera siempre y el toro nunca dejara de existir. Si me dicen: para que el toro siga en la Tierra tú tienes que morir, yo firmo morir, no tengo dudas.

—¿Cómo se comunica usted con el toro en el ruedo? ¿Encuentra algo en su mirada?

—La mirada de un toro encierra muchas de sus intencione­s. El año pasado, después de torear la corrida de Victorino, salí de la plaza muy inquieto. Se lo comenté al ganadero. Me tocó un toro muy fiero, más que bravo,

Atlético “Le falta un poco de suerte en la Champions. Hay que estar orgullosos de este equipo”

Madrid “Es la capital mundial del fútbol y del toreo”

Filosofía “Daría mi vida para que el toro no desapareci­era de la tierra”

se llamaba Pastelero. Estando ante él en el ruedo, cada vez que le miraba a los ojos el toro abría más los suyos. Nunca me había ocurrido. Y le seguía mirando y cada vez abría más sus ojos. Fue tremendo, el toro es muy inteligent­e y su mirada encierra un misterio.

—Se acerca su debut en San Isidro de este año, ¿cómo va de valor?

—Estoy acojonado.

—¿Eso lo huele el toro?

—El toro lo nota todo, y más el miedo. El animal sabe cuando estás entregado y si eres capaz de poderle o no. El día antes de la corrida te crece más la barba y se te cae el pelo, eso es el miedo, lo decía Juan Belmonte. Me he llegado a afeitar tres veces un día de corrida, mejor no darle pistas al toro.

—¿Lo pasa bien toreando? Tiene un porte severo, como si le envolviera un aire dramático.

—Sí, es verdad, quizá tenga que ver con la historia de mi vida. Algunos me han dicho que soy bastante triste, melancólic­o. Yo creo que soy muy transparen­te. En el ruedo lo que se refleja es todo el proceso que he vivido hasta llegar aquí. Ha sido un camino muy difícil y es una realidad que he sufrido. Es mi personalid­ad.

—En la pasada feria de Valencia, un toro le pegó una tremenda paliza y, tras pasar por la enfermería, volvió al ruedo para matarlo. Cuando ve a un futbolista exagerando el dolor de una patada ¿qué piensa?

—Me da mucha rabia. Me gustan los futbolista­s que son capaces de echarle huevos al asunto y tirar hacia delante. Cuando fingen de esa manera me defraudan.

—Aparte de torear por la emoción de sentirse torero, por esa gloria que impregna a un gran matador, ¿lo hace también por hacerse millonario?

—El dinero es importante para vivir pero a mí no me hace falta mucho. Con un bocadillo soy capaz de pasar un día fenomenal. Toreo por otras razones que no tienen que ver con lo material.

—¿No aspira a comprarse una finca?

—No aspiro a eso. De hecho, aunque tuviera dinero no me compraría una finca, no van por ahí mis aspiracion­es, no me veo así. Me gustaría tener una casita normal, con una placita de toros cerca, y disfrutar de la vida sin agobios ni apreturas.

—Sintió la necesidad de ser torero sin ningún antecedent­e ni influencia familiar.

—Sí, yo tenía claro desde niño que quería ser torero a pesar de que en mi familia no había ninguna tradición. Me he criado en el campo y siempre he sido muy maduro desde pequeño, quizá porque desde crío me relacioné con gente mayor y eso marca. Mis padres son muy humildes, agricultor­es, cultivan la huerta y crían ovejas y lo del toro les sonó siempre a chino.

—¿En quién se mira para seguir en su oficio de torero?

—Para mí ha habido tres toreros que han marcado mucho mi vida. Uno de ellos, José Tomás. Me he inspirado en él para forjar mi actitud delante del toro y la filosofía de vivir mi profesión. Otro personaje que me influyó mucho fue el maestro Dámaso González, de alguna forma el precursor de una manera actual de entender el toreo. Y por último, siempre me fijé en la forma que siempre tuvo Juan Mora de vivir la vida de torero.

—Otra de sus grandes pasiones son las motos, ¿tiene que ver con esa manera que también tienen los motoristas de vivir al límite, arriesgand­o su cuerpo y su vida en la pista?

—Las motos son mi segunda pasión después de los toros. Me parece una profesión increíble. Tiene muchas semejanzas con el toreo. Soy muy seguidor de Jorge Lorenzo y mi gran amigo, el periodista Mela Chércoles, me tiene al día de todo. Tuvo mucho mérito y valor Lorenzo cuando, después de ganar tres Mundiales en MotoGP, se cambió de Yamaha a Ducati. También tengo que decir que Marc Márquez va a ser el mejor piloto de la historia.

—¿Tiene moto?

—La tuve, hace dos años. Me apoderaba Chopera y cuando ahorré un dinerillo me compré una Honda CBR 600 de segunda mano. Mi madre no sabía lo de la moto y se asustó cuando se enteró y no estaba nada tranquila. Uff, torero y motorista, demasiado para la pobre. Entonces, ocurrió algo curioso. Yo toreaba en Sevilla la corrida de Victorino y le dije a mi madre que si le cortaba dos orejas a un toro vendía la moto. Eso iba a ser un milagro, pero, mira por donde, le corté a un toro las dos orejas, y claro, lo prometido es deuda y vendí la CBR. Si salen bien las cosas en San Isidro ya he avisado que me compraré otra moto.

—Imagínese el 15 de mayo brindando un toro al Atlético, ¿cómo sería ese brindis?

—Creo que el brindis iría destinado a la afición más que al equipo. Aparte de los futbolista­s lo grande que tiene el Atleti es su afición, es lo que me conmueve de verdad. Así que ese brindis iría por ellos.

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