Una muesca en el revolver

La Cultural Leonesa no se ha pegado un tiro en el pie, se ha pegado dos. Primero dejó los deberes por hacer ante el Lugo y hace una semana se inmoló en Tarragona en uno de los mayores despropósitos de su reciente historia. Sin embargo, sigue vivo y con el preciado tesoro que supone depender de uno mismo en el momento de especulaciones y calculadoras. Varios de sus rivales lo quisieran para sí.

Se va a cumplir un año del histórico ascenso en el que León recuperó la fe, esa creencia que ahora oscila como un péndulo siempre con el resultado como termómetro. En marzo, los jugadores no tenían nivel, el entrenador era una mala copia de De la Barrera y la política de fichajes, una pesadilla. Con la remontada de abril, los refuerzos invernales fueron elevados a las alturas y ahora, debido a la derrota de la pasada jornada, se sospecha hasta de las sombras. Nada nuevo bajo el sol.

Por ello, la Cultural afronta un nuevo ejercicio de superación con la necesidad de volver a convencer al exigente entorno por mucho que en citas precedentes buena parte de este plantel hubiera dado la talla. Porque hasta que se demuestre lo contrario en el Reino de León se han ganado todas las finales de un tiempo a esta parte.

Más allá de los miedos, los roles están marcados: el entrenador a dar con la tecla y que todo suene bien, los jugadores a corregir deslices evitando errores del pasado reciente y la afición, que ha marcado el primer tanto, a dejarse el alma. Este cóctel viene siendo infalible y ante el Real Oviedo no debe ser menos.