AS (Valladolid)

El daño que nos hizo Rusia y las cláusulas que abren más que cierran

- MARÍA JESÚS LUENGO @AS_mjluengo

El adiós de Silva. Hace apenas dos meses Silva era una de nuestras esperanzas. Iba a empezar el Mundial, era el hombre fuerte de Lopetegui, fijo en todas sus alineacion­es, el máximo goleador de la Selección desde que llegó Julen al banquillo, el hombre que hacía jugar a España. 60 días después anuncia su adiós a La Roja, donde tanto ha dado. Echamos la vista atrás, al 2 de septiembre de 2017 sin ir más lejos, cuando España dio un repaso futbolísti­co a Italia en el Bernabéu, y nadie podía imaginar este desenlace: Lopetegui, Iniesta, Piqué ahora Silva... ¡Cuánto daño nos hizo Rusia!

Ejemplo. Mo Salah, la estrella del Liverpool, ha sido denunciado por su propio club por usar el móvil mientras conducía. El club tuvo conocimien­to de la infracción del jugador y no dudó en denunciarl­o. En España no se puede ni imaginar una medida similar. Aquí se protege al jugador por encima de todo y no será porque no ha habido ejemplos similares y peores. El último, Benzema, reincident­e en cuanto a asuntos de tráfico, que se ha grabado conduciend­o con una mano a 120 km/h y en la otra con el móvil. Estaremos por encima en el ránking UEFA o FIFA, pero en asuntos disciplina­rios andamos a la cola.

Ibra en la oficina. En otra de sus actuacione­s estelares fuera del terreno de juego, Ibrahimovi­c se presentó en las oficinas de Los Ángeles Galaxy para hablar por teléfono con los socios y atendió a Ernesto, que acababa de renovar su abono: “Te llamo para darte la enhorabuen­a amigo. Te voy a dar muchísima alegría, felicidad y goles ¿Quieres algo más? ¿El trofeo de la liga? No te preocupes también te daré eso”.

Las cláusulas. Fijar una cláusula de rescisión es abrir la puerta de salida. Todo lo contrario a su pretensión, que es la de blindar a un jugador. En España se introdujer­on en 1985. Desde entonces los futbolista­s pueden rescindir sus contratos unilateral­mente a cambio de una cantidad de dinero en compensaci­ón, que pagan ellos pero que proviene del club comprador. La más sonada por pionera fue la de Mijatovic, que pagó 1.489 millones de pesetas para irse del Valencia al Real Madrid; la más lucrativa la de Neymar, que dejó 222 millones de euros en la caja del Barcelona; la más efímera la de Kepa, que ha durado siete meses pero que ha producido 80 millones para el Athletic, y la más estéril, la de Cristiano, que estaba fijada en 1.000 y sólo ha dejado 117.

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