El error de perder la humildad
Es posible que el vertiginoso ritmo de los acontecimientos nos haya hecho olvidar acontecimientos y sensaciones bien aprendidas durante estos años pasados de ostracismo y desencanto. Cuando el Sporting ganó en
Zorrilla 0-1 a falta tan sólo de seis jornadas para el final de la liga regular, soportamos con la seriedad que nos caracteriza la celebración de la mareona, convencida, como casi todos, de que allí había sellado el ascenso. Cinco semanas más tarde vivimos algo muy parecido en La Romareda. Parecía que ya habían subido, hubo incluso gestos de mal ganador hacia la grada blanquivioleta. El final ya lo conocen, ninguno de los dos subió, y lo hizo el Huesca, que nunca levantó una voz ni se le ocurrió vender la piel del oso antes de cazarlo. Fue una gran cura de humildad que el
Valladolid supo aprovechar.
Por eso me extraña que tan sólo unos meses más tarde Zorrilla haya perdido la perspectiva y piense, por ejemplo, que el partido de mañana se ganará por la historia o por el estadio. Creo sinceramente que después de todo lo ocurrido ese capítulo está cerrado. De cualquier forma para lo bueno y para lo malo somos así. Enseguida nos entra el ataque de ciudad grande y nos perdemos en la mediocridad. Todo lo que ha hecho el Valladolid desde la llegada de Sergio ha sido desde la máxima humildad y pasito a pasito, con mucho esfuerzo. No veo ninguna razón para cambiar la mentalidad que nos ha traído hasta aquí. Disfrutar no es lo mismo que despreciar. El Huesca está en Primera con un ascenso directo, que no se nos olvide. Generar un gran ambiente, ayudará, y afrontarlo con humildad también.