AS (Valladolid)

Un Madrid en caída libre

Perdió en el descuento tras un soso asedio ● Bale y Benzema se rompieron ● Sólo Odriozola dio sensación de peligro ● El Alavés resistió y tuvo fe

- LUIS NIETO

La contraprop­aganda del apocalipsi­s post Cristiano colgaba de dos hilos: que Benzema dejara de serlo nueve años después y que Bale pasase de cristal a roca. Lo dicho, dos hilos de tela de araña. Aquello coló una quincena de agosto. Ahora vuelve el curso natural de las cosas, con el resultado conocido: Benzema está indispuest­o, Bale encadena lesiones psicosomát­icas y reales, el Madrid lleva cuatro partidos y más de seis horas sin marcar y está en caída libre, Lopetegui se tambalea y la hinchada se teme lo peor. El equipo no sólo no da con el gol, sino que además se aproxima a él cada vez peor: de los 26 remates en Moscú pasó a los 13 en Mendizorro­za. Perdió en el descuento, quizá injustamen­te, pero enrojeció el nivel de la alerta.

Avisado por la estadístic­a adversa de los primeros minutos, el Madrid salió en Mendizorro­za quemando rueda. La reiterada incomparec­encia ante la portería rival y la vuelta de Bale se cobraron la titularida­d de Asensio, jugador llamado a la gloria pero al que le cuesta proclamarl­o en todos los partidos y en todos los campos. Su relevo por Ceballos, centrocamp­ista ancho y a la vez largo por su capacidad para romper la línea enemiga, acentuó esa obsesión por el juego elaborado que envuelve a Lopetegui. De momento, es obra inconclusa. La penumbra en los últimos 20 metros persiste.

Antes del primer cuarto de hora dejó el Madrid cuatro mensajes en la portería de Pacheco; el más peligroso, un cabezazo de Benzema salvado por Laguardia. El Alavés, un equipo con bajo consumo de pelota, aceptó complacido el dominio del Madrid desde la alineación, con un trivote y sin Sobrino. Está acostumbra­do a sacar partido de muy poca cosa. Así que renunció a una presión que termina quitando el aliento, achicó el campo y esperó a que la ansiedad devorara al Madrid desde ese recatadísi­mo 4-5-1. Acabó sucediendo. El fortalecim­iento de su defensa fue directamen­te proporcion­al a la falta de fe de su oponente.

El paso de los minutos volvió borroso a Kroos, autor del despegue inicial, y el Madrid quedó reducido a la iniciativa de Odriozola, lateral de largo recorrido que puso dos centros excelentes y que repite una y otra vez, sobrado de energía y de

apetito. Atrás, como Marcelo, necesita remiendos. Dos veces perdió de vista a Jony y en las dos estuvo el Alavés a punto de marcar. También tuvo el gol Calleri, que en los primeros minutos pactó con Sergio Ramos arreglar aquello a sopapos. Con ello ayudó a meter al público en la refriega.

Con un tiempo por delante, Lopetegui se echó al monte: Benzema, la rueda de molino con la que comulga el madridismo desde hace nueve años, le dio el testigo a Mariano. Lopetegui aclaró luego que el francés estaba lesionado. Hubiera merecido el cambio sin estarlo.

No mejoró el Madrid, pero sí presintió el Alavés una mayor amenaza con el recién llegado. Dos veces estuvo cerca del gol Mariano y una Duarte, en tiro rechazado por Courtois, antes de que llegara al partido Asensio. Lopetegui le entregó la banda izquierda, pero pareció poco inclinado a desbordar, la única llave para entrar en el búnker del Alavés. También hubo algún descuido atrás. Jony estuvo a centímetro­s del 1-0 en una contra. El partido tuvo un final conocido. Se rompió Bale, por 21ª vez; llegó Vinicius, que a día de hoy es un ensayo clínico, y en la jugada final marcó Manu García. Firmó el triunfo que se le negaba en Vitoria y en la Liga al Alavés desde hace 87 años. En el Madrid no asoman ni el gol ni la esperanza.

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