AS (Valladolid)

Ni defensa ni fortuna

Dos goles en los primeros 13’ mataron al Madrid 34 tiros, tres palos y dos goles anulados, cifras de la desgracia blanca Lopetegui pende de un hilo

- LUIS NIETO

El Madrid volvió a beberse un amargo cóctel de pecados y fatalidade­s. Los primeros, al completo, los cometió en campo propio. Las segundas se concentrar­on en el ajeno. Regaló dos goles y unas cuantas contras, estrelló tres palos, le anularon dos tantos, le dio un papel principal a Oier, empapó de sudor su infortunio, vació el cargador con 34 tiros y se fue del Bernabéu con una crisis aún más densa de la que ya arrastraba. La cercanía del duelo del Camp Nou parece ahora el único y precario asidero de Lopetegui a su empleo.

Y es que las crisis están llenas de partidos así, con un Murphy implacable que extiende su ley a futbolista­s fiables, a las líneas de cal, a postes y largueros, al gran hermano del VAR, al hilo del que pende Lopetegui, a la moral (poca) de la tropa. Todo lo que puede salir mal, sale mal. Conocía bien el principio el Levante, que se fue al campo del Madrid como una fuerza de ocupación, para acelerar una desgracia ya escrita. Pero en ventaja le puso un lance mucho más primitivo que esa presión hambrienta: pelotazo de un central, Postigo, muletazo a la pelota de Varane confundido por el bote y resolución de oficio de Morales. Y de inmediato, una mano entre instintiva y mecánica del francés en la frontera del área que el VAR vio más dentro que el resto del mundo. Penalti, gol de Roger, 0-2 y el Bernabéu en manifestac­ión.

Se esperaba que la vuelta de Isco abriera las aguas a su paso y resultó que el Madrid saludó al partido con dos vueltas de campana. La respuesta a la crisis de ansiedad no fue uniforme. El Madrid, con Benzema y Bale en el banquillo por falta de puesta a punto (también Kroos, que por no ser un Casemiro tampoco fue titular), pegó mucho y recibió mucho a partir de entonces, en reacción alérgica común a los desesperad­os.

Marcelo ya sólo fue un extremo, bien ayudado por Isco, para ganarse el perdón; a Lucas Vázquez, con la finca ocupada por Odriozola, el partido le empujó muchas veces al papel de nueve; Mariano sacó los tanques a la calle; Casemiro cabeceó hasta los drones ante la zaga que peor defiende el balón parado de toda la Liga. El resultado fueron dos palos antes del descanso, uno de ellos seguido de gol en fuera de

juego de Asensio, cazado por el VAR; dos paradas de balonmano de Oier a remates sin oposición de Lucas Vázquez, y la sensación de que un muro invisible y sobrenatur­al impedía al Madrid meterse en el partido. Y al otro lado del campo, la misma actividad: una defensa de juguete sufriendo ante la velocidad de Morales, las incorporac­iones de Jason y Toño y el pie de seda de Bardhi. El buen ojo de un línea invalidó el 0-3 de Rochina, otro que se lució.

El cambio de Bale, que mandó al lateral a Lucas, cambió poco y lo hizo a peor. Llegó menos el Madrid y lo mismo o más el Levante. Mejor le fue después con Ceballos. Ya le pasó a España ante Inglaterra. El nuevo arreón se encontró con Oier, que encadenó tres paradas, dos a Bale, quien en un gesto visceral insólito en él pidió ayuda a la grada. De la divina, visto lo anterior, no esperaba ya nada. Y con el equipo descamisad­o, a 18 minutos del final, metió Marcelo el derechazo que paraba el crono de la sequía en 481 minutos. Para entonces Benzema se había bajado a la obra. Un derechazo suyo topó por tercera vez en el palo. Y así, entre angustias, prisas, precipitac­iones y otro gol bien anulado, este a Mariano, se le fue al Madrid su quinto partido consecutiv­o sin victoria. Rachas así difícilmen­te se saldan sin víctimas.

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