AS (Valladolid)

A derrota propia, empate ajeno

España falló en las dos áreas en un partido loco ● Sólo irá a la Final a Cuatro si Inglaterra y Croacia igualan en Wembley ● De Gea, otra vez en el debate

- REPORTAJE GRÁFICO JUAN FLOR Y AGENCIAS

Pasó otro tren y tampoco lo tomó España, cuya suerte se ventilará el domingo en Wembley sin su presencia. Estará en la Final a Cuatro si croatas e ingleses acaban en tablas y fuera con cualquier otro resultado. Como en el Villamarín, La Roja tiró un tiempo, regaló mucho atrás y no le valió con descamisar­se al final. Una derrota propia que sólo salvaría un empate ajeno.

Croacia fue gato escaldado. Con el set de Elche en la cabeza, se hizo la estrecha en Zagreb, adelantand­o la defensa, renunciand­o a la presión elevada y agrupándos­e en una delgada lengua de terreno. Entendió que España se alimenta del espacio y se lo negó. A más tráfico, menos rival fue el manual de instruccio­nes que llevó al duelo, con ocho de los titulares del LUIS NIETO Mundial (faltaban el lesionado Privaric y los mediopensi­onistas Subasic y Mandzukic) para seguirlo al pie de la letra.

Ese plan restrictiv­o de Modric, Rakitic y su mariachi le fue mal a España, insignific­ante en ataque de salida y expuesta al juego a la contra de los de Dalic, territorio que les llevó a la viceconqui­sta de Rusia. Quien peor lo pasó fue Sergi Roberto, porque se juntaron en las mismas coordenada­s su falta de formación defensiva y el máximo aprovecham­iento de la banda de Perisic, un diestro en la izquierda para buscarse siempre el disparo. Uno acabó en el primer palo de De Gea, el mismo por el que ya le cazó en la pasada Eurocopa de Francia.

A España le fallaron sus órganos vitales en la primera parte. Isco justificó su recurrente suplencia en la era Solari, Ceballos no cruzó las líneas enemigas, Saúl no fue muy lejos, a Rodrigo y Aspas apenas les llegó nada, el esperadísi­mo Jordi Alba se quedó muy corto. España tuvo la pelota, pero no tuvo la razón. Podría decirse que se quedó a media salida: no hubo tiqui-taca porque faltó velocidad en el circuito de pase y tampoco juego vertical, por falta de vigor y profundida­d. Luis Enrique debió asistir estupefact­o a aquel gilijuego que le encargaron erradicar, una perversión de lo que en su día fue un magnífico plan.

El partido voló de palo a palo después, cuando Sergi Roberto se columpió ante Perisic en la salida de balón. La intercepci­ón pasó a asistencia a Kramaric. De Gea no

evitó nada. Un gol que hizo pasar el duelo del silencio al estruendo. España se había atornillad­o mejor en la presión y eso le permitió una respuesta rápida. Ceballos inició la secuencia con un taconazo y la pelota le volvió tras pasar por Aspas e Isco para empujarla a la red. El sevillano del Madrid comenzó a darle cierta gracia al juego de España en un partido que se alborotaba. Muchas veces para mal. Al 1-1 le siguieron dos ocasiones croatas, especialme­nte clara una de Rakitic, y también un disparo al larguero de Aspas.

Luis Enrique no esperó más y cambió a sus puntas. Entraron Asensio y Morata, ambos lejos de su esplendor, con Isco revitaliza­do. Por fin se abría una oportunida­d y, de pronto, en un córner, Modric precisó su centro, De Gea se aculó bajo los palos y Jedvaj volvió a adelantar a la acobardada Croacia. Tres minutos después el meta evitó el 3-1 y, de inmediato, con España jugando ya con dos puntas, Morata patinó casi a puerta vacía y Vrsaljko hizo un penalti por mano instintiva. Lo transformó Ramos olvidándos­e de Panenka. Entonces, como ante Inglaterra, España tiró de tremendism­o y acabó yéndole igual de mal, porque cambiando golpes se llevó el del KO, otra vez de Jedvaj, en el descuento. Ahora pende de un empate ajeno que es más fino que un hilo.

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