El karaoke, la estrella de la fiesta en Pekín
Ricky, Llull y Rudy, impresionantes al micrófono
Los días finales de gran torneo tienen espectaculares contrastes. Sobre las dos de la mañana en el hotel Shangri-La de Pekín, y mientras el Oveja Hernández se bajaba de un taxi después de cenar con la gente de la Federación argentina, cuando Sasha Djordjevic aparecía con la cara de cansancio de un Mundial agotador, en la primera planta estaba la fiesta de los campeones. Una fiesta, eso sí, comedida, y sin teléfonos, vídeos ni cámaras, que no arrancó oficialmente hasta casi la una de la mañana. Fue entonces cuando apareció el presidente Jorge Garbajosa,
recibido con el grito unánime de los jugadores de “a por el bote, oé”, ya se imaginarán por qué. Ya estaban por allí todos. También el trofeo Naismith,
que fue paseado hasta que alguien decidió quitarlo de por allí para evitar olvidos.
Rabaseda y Colom fueron de los más madrugadores en llegar. Unos se arreglaron más, otros menos. Marc apareció con una camiseta de camuflaje por si alguien más tenía ganas de guerra. Beirán pudo abrazar a su padre y los Hernangómez también a su familia. Mientras tanto Scariolo, con bermudas y polo, controlaba la situación con la sonrisa del que se sabe con el deber cumplido. En estos días de gloria, a él lo que le emociona de verdad es ver a sus ayudantes disfrutar. A Luis Guil, que pese a que tenía sacados los billetes para volar de China a Japón, donde este año entrenará al Sagan Tosu, lo hará pero con escala en España. Y todo el sector malagueño. Ángel Cañete, que desde hoy estará trabajando para el Unicaja; y Enri Salinas, preparador físico que sale reforzado del campeonato.
La estrella de la fiesta fue el karaoke, y su alma, Ricky, Llull y Rudy, impresionantes al micrófono. Vetusta Morla, Rosalía y Estopa fueron algunos de los artistas destacados de la banda sonora y hasta hubo conga a los acordes del Tractor Amarillo con Oriola a los mandos. Pero lo que retumbó de verdad fue el grito de “campeones del mundo”.