AS (Valladolid)

Potencia, calidad y azar en un partido absolutame­nte loco

- JUAN CRUZ

El fútbol es una de las potencias del alma. Por eso maneja a su modo los sentimient­os y las tácticas. Lo que pasó en Anfield el miércoles es la consecuenc­ia de todas esas propiedade­s, naturales o exóticas, del deporte. Para animar aún este carácter extraordin­ario del encuentro, podría ser este, durante algún tiempo, el último partido al que asiste público.

Ya antes de empezar, aunque sólo fuera por esta última circunstan­cia, el Liverpool-Atlético estaba llamado a hacer historia. Además, lo sería finalmente porque la calidad a la que se refiere Klopp no fue practicada solo por el equipo de casa, a la postre derrotado clamorosam­ente por su visitante. El Atlético de Simeone, tan señalado como defensivo, practicó durante parte de los primeros cuarenta y cinco minutos un fútbol ciertament­e impropio de su fama.

Ese Atlético combinó de forma espectacul­ar como si estuviera en un partido dominado tanto en la cancha como en el marcador. Como si sus futbolista­s se hubieran desprendid­o de la (mala) fama de equipo de cerrojo y quisieran convencer a los de Klopp que ellos están también facultados para entretener atreviéndo­se a pasarse el balón como en un entrenamie­nto de los Glober Trotters. Lo extraordin­ario fue que, en una parte mínima del partido, la furia inglesa se desplazó y anidó en el alma de un inédito, Llorente, que desde la nada saltó a la más absoluta gloria. Confundido, Klopp ahora llama a eso jugar mal. Pero en esta ocasión su juicio estético no maneja suficiente materia ética.

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João Félix, feliz tras la clasificac­ión.
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