Entramos de nuevo en un estado de angustia constante
Después de 15 días encerrados en casa, vamos construyendo nuestra nueva rutina diaria. Suena el despertador, preparamos el desayuno, dejamos a los niños delante de sus pantallas preparados para la primera conexión con sus profesores, limpiamos y recogemos la casa, preparamos la comida, entrenamos.
Todo estaba empezando a fluir, cada miembro de la familia había encontrado su espacio y sus tareas. La vida encerrados entre cuatro paredes estaba empezando a transcurrir con normalidad y a tener sentido, nos sentíamos más optimistas. Cada día a las 21:00, mis vecinos sacan un altavoz a una de sus terrazas y ponen tres canciones que el resto del vecindario cantamos y aplaudimos. Cuando acaba el espectáculo, nos damos las buenas noches entre alguna que otra broma. Empezábamos a acostumbrarnos al confinamiento.
Y hablo en pasado porque nuestro estado de ánimo cambió hace un par de días. La realidad llamó a nuestra puerta y al abrir nos dio una bofetada que nos dejo KO. Italia había superado en número de fallecidos a China. ¿Cómo puede ser posible? ¿A dónde vamos a llegar? Fue entonces cuando las canciones de los vecinos empezaron a ser más tristes, nuestra casa más silenciosa y los memes que nos mandaban por whatsapp dejaron de tener gracia. Entramos de nuevo en un estado de preocupación constante, una angustia que nos lleva a ver las noticias constantemente con la esperanza de encontrar algún dato positivo. Y nos repetimos a cada momento ese famoso “todo irá bien”.
Recaída