Tras perder con Suiza hablamos: ‘si caemos, caemos como somos”
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En 2010, cuando condujo a España a la estrella mundialista, Vicente del Bosque González cumplió 60 años. Una década después, camino de los 70 que cumplirá el 23 de diciembre, continúa relativizando el éxito en general y la hazaña de ser campeón del mundo en particular. Es su forma de ser. Huye del triunfalismo.
—¿Recuerda que es lo primero que dijo a los jugadores en su primer día de seleccionador?
—No exactamente, pero seguro que tengo algunos apuntes. Era de apuntar muchas cosas de algunas charlas. No creo que me alejara mucho del discurso de que teníamos que aprovechar las circunstancias que vivía el fútbol español.
—La transición de Luis a usted más que dulce fue empalagosa.
—Porque teníamos jugadores muy concienciados de lo que habían hecho, de lo que suponía y también de lo que podían hacer. Y eso era fundamental. No podíamos pararnos. Tuvimos suerte de tener futbolistas muy buenos y con mucho sentido común.
—El único que se queda por el camino de la Eurocopa al Mundial fue Senna.
—Es el caso que nos produjo más dolor. Había sido o el mejor, o uno de los mejores, en la Eurocopa. Estuvo con nosotros un año como uno más. No me justifico. Es la realidad. A nuestro modo de ver tuvo un pequeño decaimiento físico. Le escuché que se sintió dolido. Tenía razón. Pero también hay que pensar que vino alguien que después fue fundamental, Busquets. Y estaba Alonso que no era titular antes. Podíamos haberlo traído. Tuvo unas lesiones musculares. Con otros jugadores esperamos hasta el último momento y con él no.
—Realmente usted hace dos grandes fichajes: Piqué y Busquets.
—Alguno más… Se produce el relevo de Piqué por Marchena y Busquets por Senna. En este caso con mucho riesgo porque llevaba muy poco tiempo jugando en el Barcelona. Tomamos una decisión cuanto menos arriesgada.
—¿Qué tenía la Selección del Mundial que no tenía la del 2008?
—No es bueno entrar en esas cuestiones. Nosotros nos apoyamos en lo que se había hecho por lo que trascendía. No habíamos visto como se entrenaban o hacían las cosas antes. Seguimos la línea marcada con anterioridad. No hubo grandes diferencias. Se hablaba de motivación. No seríamos iguales en todo. Cada uno motivamos a los futbolistas de la forma que creemos más oportuna. Lo más importante de un entrenador es influir en el grupo positivamente tanto en el aspecto personal como futbolístico. Sin eso es difícil llegar al jugador. Además no te puedes hacer el listo, ni tampoco que ellos observen que no llegues al nivel. Ni muy listo ni muy tonto.
—Usted se consideraba el líder de ese grupo.
—El liderazgo es un tema que me gusta. No lo rechazo. Lo que creo es que no hay un liderazgo único. Cada uno es de su padre y de su madre, cada uno tiene una visión de las cosas. Cada uno tiene un carácter, unas experiencias, unos conocimientos. Cada uno es distinto. Lo que importa es ser afable, ser cordial, ser un líder que comparta cosas es fundamental. El entrenador necesita la inspiración de los jugadores. No es un síntoma de debilidad escucharlos. Es un síntoma de fortaleza.
—Es decir que usted compartía liderazgo con sus jugadores.
—Eso siempre se malentiende. Una cosa es saber escuchar y luego tomar las decisiones que cada uno cree conveniente. La inspiración del jugador tiene que ser bondadosa. No decir, míster por qué no jugamos así… No, no eso no es cosa de ellos. Es importante escucharles, que digan dónde se sienten más cómodos, algún detalle especial, pero de ahí a que se haga lo que ellos quieran, no. Quien tiene que tomar las decisiones es el entrenador con todas las dudas que podamos arrastrar. Yo suelo decir que parezca que mandan ellos, pero que se haga lo que tú quieres. Lo digo con todo el cariño hacia todos.
—Se pierde contra Suiza. El peor día con mucho.
—No sé si el peor, pero desde luego el más incómodo. Hicimos un reseteo. Perdimos, pero nos juntamos todos y nos
—Al día siguiente de esa derrota pasó algo que le hizo cambiar el talante…
—Sí. Me animó mucho que cuando bajamos a desayunar, todos habíamos visto el partido repetido. No paraban de echarlo por la televisión y muchos jugadores me dijeron: “Míster no hemos jugado tan mal. Estuvo usted un poco pesimista en el análisis con la Prensa”. Y entonces les dije:
“Es verdad. No hemos jugado tan mal como yo pensaba o decía el resultado”. Mi primera impresión había sido engañosa. En ese desayuno empezamos a volver a pensar en nuestras grandes posibilidades y, medio en broma, medio en serio, con ironía, les dije: “Si ganamos los próximos seis partidos seremos campeones del mundo”. Y, efectivamente, con suerte y con no suerte lo fuimos. Me imagino que los jugadores echarían una sonrisa socarrona. Lo dije con ese deje salmantino, como dejándola caer, pero no era un reto inaccesible, ¿por qué no los podíamos ganarlo todo? Ese fue el cogollo de todo lo que pasó esos primeros días. —Hablamos mucho del estilo, del juego de posesión, del
Perspectiva He visto los partidos y ahora me ha gustado más el equipo que hace diez años”
Derrota