AS (Valladolid)

Hasta el 87’, los de Lopetegui habían sido muy superiores

- JULIÁN BURGOS LA CRÓNICA

Hasta el minuto 87 del Levante-Sevilla, el equipo de Lopetegui tenía el pasaporte para la próxima Champions encarrilad­o. Tal y como había superado al Betis el jueves, también estaba pasando por encima del Levante. Pero... esto es el fútbol. Miramón sacó un centró venenoso, Vaclik erró en el blocaje y el balón golpeó en Diego Carlos, el mejor con mucha diferencia del partido, para introducir­se en la portería mansamente.

Quedaban nueve minutos, con el descuento, y al equipo más sólido desde que volvió LaLiga empezaron a temblarle las piernas. Tanto que el Levante a punto estuvo de darle la vuelta a la tortilla pero Vaclik respondió a un duro disparo de Mayoral y Diego Carlos le quitó el balón de la cabeza a Vezo cuando ya se relamía.

La caraja final del Sevilla no empaña su buen regreso a la competició­n. Eso sí, la sensación de presión que estaba metiendo a sus perseguido­res se alivia bastante.

El Levante lo volvió a hacer. Fue un calco de su partido ante el Valencia. Le planteó al Sevilla el mismo duelo. Y volvió a rascar un empate al final con mucha fe. De entrada, le ofreció la posesión del balón. Pero cerró todas las rendijas y los de Lopetegui no podían crear ni una sola ocasión en juego. El cansancio de Ocampos facilitó las cosas.

Los azulgranas lo fiaban todo a un chispazo de sus hombres de arriba. Pero a día de hoy, la chispa cotiza a precio de caviar ruso. Así las cosas, el Sevilla se acercó a la portería de Aitor solamente a balón parado. Eso sí, con mucho peligro. La más clara, en el 14’, cuando Munir estrelló una falta en la cruceta.

Sin más ocasiones se llegó al descanso pero el Sevilla salió de este con el colmillo afilado. Diego Carlos metió un pase largo a lo Beckenbaue­r, Munir controló con el pecho y la puso en el segundo palo y allí De Jong remató a la red. En 25 segundos. Pim, pam, pum.

El golpe no se lo esperaba el Levante, que llevaba en la cabeza otro guion para la segunda mitad. Ahora tenía que crear con lo que se le complicó la cosa. Koundé y Diego Carlos crecían. Pero cuando todo parecía perdido, Hernani y Bardhi movieron el árbol. El luso la tuvo pero Koundé sacó bajo palos. Fue el preámbulo del gol del empate definitivo.

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