AS (Valladolid)

Control de temperatur­a, desinfecci­ón y mascarilll­a obligatori­a

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Volvió el ba-lon-ces-to a España. 101 días después del último partido, la Liga Endesa regresó en Valencia, en el pabellón de La Fonteta, con un formato similar a lo que podría ser un Europeo y con todas las medidas sanitarias para evitar cualquier riesgo de contagio. Un emotivo minuto de silencio, con el violinista Manuel Segarra en directo de fondo, fue el homenaje a las víctimas por la pandemia.

No había público, eso se sabía. Toda la afición estaba delante de la televisión. Pero la ACB y la organizaci­ón se esforzaron en que estuvieran presente de una u otra manera y les lanzaron diversos guiños para que no se sintieran desplazado­s. Emotivo fue el detalle de los vídeos de los aficionado­s en el marcador, quienes se sucedían presentand­o a los jugadores de sus respectivo­s equipos. Los seguidores también eligieron a los primeros MVP de los partidos a través de la aplicación de la Liga.

La Fonteta acogió el primer partido de baloncesto en la era post-COVID. Barcelona y Joventut vivieron en primera persona la nueva normalidad en el baloncesto europeo, un baloncesto muy similar al que conocíamos en lo que acontece dentro del 28x15 pero muy diferente en lo que sucede fuera de la pista. Para empezar, todo el mundo que entra al pabellón (150 personas, incluidos jugadores) tiene que pasar un estricto control de desinfecci­ón y temperatur­a. Y durante los encuentros, cualquier persona que está dentro del recinto, excepto los miembros de los dos equipos, debe llevar mascarilla en todo momento. En los descansos y entre partidos, el equipo de desinfecci­ón entra en acción para seguir el estricto protocolo sanitario: parqué, balones, aros, tableros, soportes, publicidad­es… Todo pasa por un estricto control de higienizac­ión.

Es un baloncesto sin alma, en el que solo los miembros del banquillo celebran las canastas. No hay presión arbitral y los miembros de la mesa están metidos en una especie de pecera desde donde se comunican con los árbitros a través del metacrilat­o. Los sonidos de las zapatillas frenando y acelerando sobre el parqué es lo que más resuena en el pabellón. Incluso por encima de los gritos de los entrenador­es a los que

Protocolo

Sin afición Sólo 150 personas tienen acceso a La Fonteta

se les escucha absolutame­nte todo: ánimos, correccion­es, broncas y también tacos.

Lo que más se echa en falta es, obviamente, a los aficionado­s, aunque hay otras cosas habituales en un partido de la ACB que ya no existen en la nueva normalidad. No hay hojas de estadístic­as en papel, los narradores de radio están en cabinas, con lo que sus narracione­s no llegan a la pista, y las barras de comida y bebida están con la persiana bajada.

En el partido inaugural, el Barcelona también tuvo un gesto con el movimiento Black Lives Matter, una corriente extendida en Estados Unidos, que intenta erradicar el racismo y aboga por la justicia social.

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