AS (Valladolid)

Apretando los dientes contra el cemento

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Hay estadístic­as que son una farfolla que no aportan nada a la comprensió­n de un equipo, pero cuando se trata del Getafe conviene observar cuidadosam­ente los números, porque arrojan una luz cenital sobre su modelo de juego: es el equipo de la Liga que adelanta más su línea defensiva, el que menos pases suma por jugada, el que más faltas comete del campeonato y el que genera los partidos con más perdidas del balón. Este último dato es más que significat­ivo: el Getafe ha participad­o en ocho de los 15 partidos con más pérdidas. A la cabeza de todos está el Mallorca-Getafe, con 413 posesiones abortadas. Frente a este equipo, los rivales saben que pasarán un mal rato. El

Real Madrid pudo confirmarl­o punto por punto.

Ganó y probableme­nte conquistar­á la Liga, pero el sofocón fue considerab­le. Penó durante la primera parte, sin soluciones para desactivar la hermética presión que ejerció el Getafe en el campo madridista. Le empujó de tal manera contra su área que todas las líneas terminaron desactivad­as. La defensa

● empotrada, los medios achicando y sin posibilida­d de suministra­r un pase decente en medio de la espesa red de jugadores del Getafe. Nadie tenía un metro para pensar, para pasar y para regatear. La portería de David Soria quedaba a kilómetros de distancia.

El Getafe aplicó al Madrid el mismo tratamient­o de choque que al resto de sus rivales. Eso habla de un equipo de gran personalid­ad. Juegan con una convicción fanática y nadie tiene derecho de bula. Si no corres, si no persigues, si no chocas, si no eres riguroso en la presión, si no eres astuto, no hay posibilida­d de jugar en este Getafe. Su autoridad en el primer tiempo fue tan evidente que el Madrid rara vez encontró una rendija en el hormigón defensivo de su rival. Courtois, que ya salió con sobresalie­nte en el partido de ida, emergió de nuevo como garantía de portero.

El medio campo fue la parte más dañada del equipo. La imposibili­dad de elaborar algo de juego acabó por frustrar a Isco, Kroos y Modric. Sólo Casemiro se sintió más cómodo en el cuerpo a cuerpo que exigía el partido, pero el panorama pintaba feo. El Madrid había formado con cuatro centrocamp­istas y Bordalás había contestado con cinco (Timor jugó en lugar de un delantero), una de las pocas veces que ha roto su acreditado 4-4-2.

Las tarjetas y las faltas fueron frecuentes. Las ocasiones, escasas. La fatiga era general. El Madrid requería un cambio para reconducir el encuentro, y a Zidane no le pasó inadvertid­o. Para superar al Getafe hay que llevarlo a su área, alargarle, romper la masiva presión que ejerce con sus tres líneas pegadas y adelantada­s. Muchos equipos desestiman cualquier intento de elaboració­n y eligen el pelotazo para retrasar al Getafe. Zidane eligió ensanchar al máximo el equipo. Cambió el 4-4-2 por el 4-3-3, con

Rodrygo en la raya derecha y

Asensio en la banda izquierda.

La modificaci­ón táctica giró el partido. El Getafe, cansado por un esfuerzo sobrehuman­o, comenzó a dar alguna muestra de debilidad en su banda izquierda, donde Rodrygo se rehizo después de dos discretas actuacione­s en el retorno de la Liga. Hábil, ligero y por fin atrevido, comenzó a sembrar el pánico en la defensa del Getafe, cada vez más retrasada, en una zona donde es mucho más vulnerable.

A Rodrygo se añadió Carvajal. Por aquel callejón se desplegó el Madrid y ganó el partido. Un penalti ingenuo, de jugador laminado por la fatiga, precedió al gol. Se lo trabajó el Madrid con más esfuerzo que fútbol, con una acertada decisión de Zidane y con la entereza de los equipos que aprietan los dientes para ganar un campeonato...

Presión Nadie en el Madrid tenía un metro para pensar, pasar o regatear

Secreto Tiene una convicción fanática y nadie tiene derecho de bula

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