AS (Valladolid)

Si estamos cómodos con el balón el rival no tiene nada que hacer”

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área y se fue a presionar arriba para desarticul­ar el juego del rival. La Roja no se inmutó. No renunció a su estilo y con el balón fue ganando terreno hasta encontrars­e con el primer gol. Un tanto made in Spain. Xavi controla ya en campo rival, toca para Iniesta, mínima conducción y pase profundo a Cesc, que surge por su derecha. Apura el falso ‘9’ hasta la línea de fondo… y su pase atrás es rematado por Silva de cabeza en la posición del ‘9’ de verdad.

La reacción azzurra da aún más valor a la templanza del equipo español. Durante quince minutos el balón fue de Italia y ya se sabe que sin su elemento preferido, la Selección sufre. La presión alta daba sus frutos y se perdían balones en zonas no habituales. Cuando peor pintaba, apareció Xavi. El ‘8’ había confesado en la víspera que le “hubiera gustado haber sido más trascenden­tal en los encuentros anteriores”. Apareció cuando tenía que aparecer.

De sus pies y su privilegia­da cabeza nació la acción del segundo gol. La pausa justa para retener el balón y esperar la llegada de Jordi Alba desde atrás en profundida­d. Justo cuando vio a su compañero ya a la altura del último italiano le dio el pase. Una invitación al remate. Toma, métela. Y Jordi definió como si fuera un delantero. Con el 2-0 al descanso, la final estaba más que encaminada para un equipo experto ya en manejar situacione­s.

Revelación Jordi Alba. Del Bosque recuerda que en la fase de preparació­n en Suiza, un día, viendo la forma del lateral del Barcelona, se acercó a él y le aventuró una situación. “Yo no soy mucho de esas cosas. Pero le veía tan bien. Entendía tan bien nuestro juego de esperar y llegar desde atrás que le dije que iba a ser la revelación del torneo. De verdad lo pensaba. Me miró un poco raro, como diciendo qué me dice éste, pero la realidad es que nos dio muchas soluciones”.

La segunda parte fue un rondo eterno. Con el balón, moviéndolo con sentido y sin pérdidas, la Selección terminó por agotar a su rival y en el momento oportuno, Casillas hizo una parada de las suyas. Justo después de que el árbitro no quisiera pitar una mano de Bonucci que cortó un cabezazo de Ramos.

“Antes del partido –insiste Del Bosque- comenté que estábamos al límite físico. Lo veía. Pero claro, resultó que ellos estaban peor. Les hicimos correr mucho. Con nuestra movilidad no llegaban a la presión. Tenían un día menos de descanso. Se les lesionaron dos jugadores y nosotros con el balón estamos siempre cómodos y si estos jugadores están cómodos el rival no tiene nada que hacer. Lo tuvimos todo a favor desde el primer gol”.

El técnico movió el banquillo y le salió perfecto. Como solía ser habitual. Los dos últimos goles los marcaron los dos últimos jugadores en saltar al campo. Primero fue Pedro. Después, Torres, y por último, Mata. Pedro lo buscó. Salió eléctrico. Fernando lo encontró. Fue un robo de Xavi con el rival saliendo, y su pase al hueco fue tan perfecto como el que le había dado a Alba en la primera parte. Fernando remató con la tranquilid­ad del que conoce el oficio. Su tercer gol del campeonato. El que le permitía ser máximo goleador empatado con un puñado de hombres. Lo de Mata fue aún más novelesco. Marcó nada más entrar. Se lo regaló un solidario Torres tras un monumental pase de Busquets. La fiesta llegaba a su momento culminante. La proeza estaba hecha. España era campeona. Con ‘9’ falso y con ‘9’ verdadero. A caballo entre el 1-4-2-3-1 y el 1-4-3-3.

Continuida­d. “Todos reconocier­on nuestra superiorid­ad a lo largo del campeonato. Tuvimos mucha seguridad con el balón. Más que en el Mundial. A mí me gusta decir que jugábamos con tres delanteros porque Iniesta, Silva y Cesc o Torres, por supuesto, lo eran. Que vayan, vengan, se muevan no significa que no sean delanteros. Jugar con un verdadero delantero te da más profundida­d, pero queríamos tener continuida­d, dominar y tener posesión de la pelota para crear oportunida­des”.

Sobre el debate si Xabi y Busquets eran dos mediocentr­os clásicos o Xabi era más interior, Del Bosque tiene su teoría. “Lo más importante es que los dos estaban siempre al servicio del equipo y eso para un centrocamp­ista es muy importante. En fase defensiva eran dos mediocentr­os, pero uno de los dos saltaba a presionar arriba. Se alternaban en la creación, organizaci­ón y finalizaci­ón. Los dos son muy inteligent­es. Sabían, además, que no tenían que construir el juego, tenían por delante otros compañeros para construir. Xavi nos apareció más en la final. Estuvo magnífico”.

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