El morboso regreso de Mike Tyson

Uno de los culebrones del confinamiento fue el posible regreso de Mike Tyson al pugilismo. La difusión de sus vídeos, en los que cada vez se le veía más rápido y más fuerte, hasta adelgazar 30 kilos, unido a las especulaciones de su vuelta, bien regadas por el propio Iron Mike, se convirtió en uno de los focos de actualidad y entretenimiento en un periodo vacío de competición, en el que las noticias deportivas más frecuentes versaban sobre suspensiones y aplazamientos de grandes eventos. Las redifusiones televisivas y los documentales devolvieron a la primera plana a mitos de otra época. Michael Jordan fue el líder. Y Tyson se dejó llevar por la corriente, pero dio una zancada más: su retorno al boxeo. Otro mito de los pesados, Evander Holyfield, no tardó en subirse a la ola y se propuso como rival. La idea de una reedición de sus duelos, con el recuerdo de aquel salvaje mordisco en la oreja, empezó a tomar forma. El atractivo era tentador, pero también una locura por la edad de los contendientes: Tyson acaba de cumplir 54 años y Holyfield celebrará 58 en octubre.

Ese combate estelar todavía no se ha confirmado, pero sí el regreso del Terror del Garden al cuadrilátero. Tyson volverá el 12 de septiembre para pelear contra otra leyenda menos mediática, Roy Jones Jr., de 51 años, que ganó títulos mundiales en cuatro pesos, del medio al pesado. Una gesta única. Será una exhibición a ocho asaltos. Nada de profesionalismo. Entre otras cosas, porque se antoja complicado que alguna organización de boxeo otorgara la licencia. La cita ha creado curiosidad, sobre todo por ver a un mito como Tyson, quince años después de su retirada, tras una carrera teñida de escándalo y polémica. De momento ha firmado el contrato fumándose un porro. El morbo está servido. Pero no debería pasar de ahí: de un evento benéfico. Por el bien del boxeo y del deporte.