AS (Valladolid)

Ultra ladrador...

- PASABA POR AQUÍ RAFA CABELEIRA

Todo parece indicar que, después del tiempo y dinero invertidos en batear a conciencia las redes sociales, al Barça se le ha escapado un pequeño aunque peligroso detalle: el acoso al que docenas de cuentas relacionad­as con los Boixos Nois someten diariament­e a periodista­s, columnista­s, blogueros y otros opinadores en general. Ni una palabra se ha dicho desde el club sobre esto, al menos hasta el momento, y uno se pregunta si será por desconocim­iento, desidia, transigenc­ia o qué sé yo.

Que la buena educación y el respeto no tienen una gran aceptación en la red es algo que ya se sabía, de ahí que algunos nos hayamos acostumbra­do a salir insultados de casa: ese no es el problema. Ofender no es tanto una cuestión de querer como de poder y hasta en esto quedan retratadas las carencias de los necios. A mí, sin ir más lejos, suelen llamarme “el percebiño”, algo que, lejos de molestar, emociona: así me llamaba mi abuelo antes de morir, por no entrar en la exquisitez extrema del bicho y sus desproporc­ionados atributos sexuales. Pero vamos, que tampoco escribe uno este tipo de columnas con intención de presumir. Tema distinto son las amenazas, más o menos veladas, que se reproducen, casi a diario, en nombre de una supuesta defensa del Barça sin que esto haya provocado que se encienda alguna luz de alarma dentro del propio club. ¿Acaso escapan estas prácticas de corte mafioso a la monitoriza­ción extrema de internet? Quién sabe, puede que sí o puede que no.

PCuesta imaginar peores compañeros de viaje en la conquista del mundo digital

arece mentira que, a estas alturas del partido, tengamos que recordar aquí el historial de este grupo violento y organizado que sigue ejerciendo su poder a la menor oportunida­d, preferente­mente en manada, como las bestias, y que cualquier día volverán a teñir de desgracia el mismo escudo que tanto dicen proteger. Cuesta imaginar peores compañeros de viaje en la conquista del mundo digital, pero las preocupaci­ones reputacion­ales de los actuales dirigentes parecen ir por otros derroteros. Mal asunto, pues sería este un buen momento para mostrarse menos puntilloso con las críticas recibidas y más escrupulos­os en la defensa de las libertades individual­es, incluida la de opinión: no hay por qué esperar a que el ultra ladrador, borracho de ira e impunidad, muerda.

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