AS (Valladolid)

Un salto a Tokio con escala previa en Budapest

García Boissier y Arévalo viven en “una nube” tras lograr su pase olímpico

- A. MARTÍNEZ /

De un hotel de Tokio a otro de Budapest en tan solo una semana. Nico García Boissier y Alberto Arévalo viajan por el mundo con una sonrisa de oreja a oreja tras conseguir su clasificac­ión olímpica la semana anterior, y ahora buscan mantener esa regularida­d disputando la final de trampolín (1 y 3 metros) en el Europeo que arrancó ayer para su disciplina. “Estamos en una nube. Yo aún no me lo creo”, comenta Arévalo.

Con menos de cien licencias, el nivel español en este deporte se puede considerar un milagro. Un ejemplo son las historias de Boissier y Arévalo (ambos de 1995), quienes descubrier­on los saltos por casualidad. “Mi familia se dedicaba a la vela y yo iba a nadar al Club Metropole (Gran Canaria). Cuando ves a los mayores hacer esas piruetas te llama la atención, así que decidí probarlo”, comenta. Igual de curioso fue el madrileño, quien empezó de niño en la piscina del Mundial 86, donde sigue: “Es una de las mejores, me siento un privilegia­do. Hice una prueba con siete años, tenía miedo, pero lo hice bien y me dijeron si quería probar. Luego lo vi más divertido que la natación”.

Y de esos inicios a disputar sus primeros Juegos. Boissier confiesa que iban a Tokio con el objetivo de “pelear la plaza”, pero que posteriorm­ente el rendimient­o fue inmejorabl­e: “Me quedo con la manera, con el cuarto puesto. Casi histórico...”, explica aún emocionado desde el hotel de Budapest, donde residen también en una burbuja: “Rompí a llorar por todo el trabajo. Estaba emocionado por el esfuerzo de todos estos años, que fueron muy duros. Sobre todo por la pandemia que nos ha afectado. Perdí a mis dos abuelos”.

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García Boissier (izda) y Arévalo, en la piscina de Budapest.

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