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Madrid: zona catastrófi­ca

- SERGIO CORTINA

Ayer me llegó al móvil una imagen del alcalde Martínez Almeida exigiendo al Gobierno que incluya al Real Madrid como zona catastrófi­ca. ¿Qué ha sucedido hasta llegar aquí?, me pregunté. Para tratar de averiguarl­o repasé mis columnas sobre los blancos en lo que llevamos de temporada y no sé quién salió más tocado de la revisión: si ellos o yo. A principios de septiembre noté que Eden Hazard seguía posando con la camiseta exigida a la altura de la cintura, aunque eso ya no era noticia para nadie. Pero a finales de mes me vine arriba, dignísimo frente al periodismo voceras, y pedí respeto para el equipo y su historia. Como un viejo gritando a las nubes dije que los de Zidane no eran un meme, o alguna tontería por el estilo.

En noviembre, tras aquella victoria apretada frente al Huesca, regresé a Hazard. Encontré en aquel golazo suyo ecos de lo perdido tras la marcha de Cristiano Ronaldo. Describí un Madrid evocador de emociones antiguas y feliz con mi ocurrencia esperé hasta el siguiente texto donde los blancos me hicieron envainárme­la de nuevo. Un 3 de diciembre, como el Grinch a las puertas de la Navidad, Zidane me obligó a cambiar de discurso. El Madrid no se reconoce en el espejo, titulaba. La derrota frente al Shakhtar dejaba un Madrid abrazado a las cuerdas, con la ceja abierta en mitad de una somanta de hostias. Sentencié, como si supiera, que todo lo que había caracteriz­ado al Madrid campeón de Liga se había esfumado. La sentencia caducó a los quince días.

Aprimeros de enero, coincidien­do con mi última aparición en este periódico, el equipo revivía. Habían enlazado siete victorias y un empate. Zidane, que vive horas bajísimas tras la derrota en Alcoi, parecía gastar entonces la mirada de los atletas de fondo. Habían recuperado la fuerza en defensa, la frescura en medio y la imaginació­n arriba. Hasta Asensio había decidido independiz­arse de su hermano Ausencio. Así llegamos a la Supercopa, al Alcoyanazo y al meme de Almeida hablando del Madrid como territorio devastado. Solo saco dos conclusion­es de mi ejercicio: que como periodista me importa poco llevar razón y que los bandazos del Madrid revelan un problema de planificac­ión profundo. Uno que excede la competenci­a del entrenador y apunta más arriba. Uno que obligará a durar más de la cuenta la transición post Cristiano y que puede conducir a la decadencia.

Los bandazos del equipo revelan un problema profundo de planificac­ión

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Militao, Chust, Isco y Casemiro, hundidos en El Collao.
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