El bronce va unido a cómo te recuperas

● ●

En mi carrera deportiva como jugador de la Selección me vi en varias ocasiones ante la manera de abordar una pelea por la medalla de bronce, en la que nunca tuve éxito. Esta lucha por la llamada consolación ahora me recuerda más a la de 2003 en Portugal que a la de 1999 también en El Cairo. Si bien en ambas ocasiones España estuvo compitiendo hasta el último segundo en las semifinales, pero con todo creo que la derrota fue más dolorosa en Lisboa, porque llegamos a tener cinco goles de renta ante Croacia para perder después de muchas vicisitudes un encuentro que pensábamos que íbamos ganar en aquel Mundial. Luego perdimos el bronce contra Francia, el mismo rival de este tercer y cuarto puesto.

Más que el juego y el cansancio, este partido lo decide el ánimo, el cómo superas el golpe de verte fuera de la final, la manera de recuperar la concentración y reponerte. Y, por desgracia, Francia tiene más ventaja que nosotros en ese aspecto. Ellos fueron perdiendo durante todo el duelo frente a Suecia, y de alguna manera ya antes de acabar estaban en otra cosa, quizá pensando en el bronce. Y nosotros, no, porque España tuvo sus opciones hasta el último suspiro. Si el lanzamiento de Marchán, que se fue al poste, hubiese entrado, Dinamarca habría dispuesto de la opción de ganar, o los Hispanos de robar el balón. Y eso también da vueltas en la cabeza del jugador.