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Varane creen lo imposible

El Madrid remonta con un doblete del francés y se mantiene en la carrera ● Vinicius no mejora El Huesca se adelantó y estrelló dos balones en el larguero ● Benzema desperdici­ó muchas ocasiones en la segunda parte

- LUIS NIETO

Flaquea la fe en el Madrid, que cuanto más mira la tabla más difícil le parece sobrevivir a ella. Pero aún quedan creyentes. El balón parado y Varane le dieron una victoria a la que no fue capaz de llegar en la suerte natural. Reapareció el reverso de Benzema, que dejó escapar dos ocasiones de las que ya no quedan, fue insustanci­al Vinicius y Asensio anduvo en el cielo y en el suelo. Un tridente sin filo compensado por un central ambicioso ante un Huesca nuevo, con buenas perspectiv­as, que hizo un gol y estrelló dos balones en el larguero.

El Madrid es una mala primavera. Nadie sabe si mañana saldrá el sol o arreciará la lluvia, si será carne o pescado. Y así resulta imposible salir ileso en competicio­nes de largo recorrido que se juegan en las cuatro estaciones del año. Anda ahora en la estación seca tras la jibarizaci­ón de la plantilla por lesiones, sanciones y jugadores en fuga y porque la entrega de dos títulos en una semana le ha sumido en una depresión general, incluido Zidane, antes sonrisa del régimen, ahora tan agrio como el ambiente que envuelve al equipo. Por fin descubrimo­s que no tiene piel de elefante. Así llegó a Huesca, con pocos jugadores y menos esperanzas, con más aire de perseguido que de perseguido­r.

Zidane no se salió de su hoja de ruta: los de siempre más los repuestos donde hubiese caídos. Y muchos caídos (Hazard, Lucas Vázquez, Rodrygo...) necesita ya Vinicius para estar en el once. Los dos meses de suplencia no sólo acentuaron su falta de eficacia sino que le privaron hasta de la fotogenia. No se le recuerda una sola aventura en esa edad media a la que se vio abocado. En Huesca le dieron una oportunida­d sin que tampoco se acercase a ese aprendiz de brujo que aparentaba.

Le costó entrar en materia, como al resto del equipo, incapaz de disimular su mal humor por la situación en la tabla. De hecho, el Huesca pareció subirse de salida en ese trampolín del cambio de entrenador, que despierta a los fijos, por incierto, y a los olvidados, por esperanzad­or. En un solo minuto Okazaki estuvo a punto de hacer bingo en un remate en el primer palo y Rafa Mir estrelló un disparo en el lateral de la red.

No fue más allá en la primera mitad. Le dio el balón a ese Madrid desdentado y esperó que un golpe de viento le llevara a adelantars­e en el marcador. El Madrid mandó entonces con sosería, como tantas veces, sin convicción para darle carpetazo a uno de los asuntos con mejor resolución de los que le esperan. El colista siempre invita a la redención.

Pero nada sugirió entusiasmo en el Madrid durante la primera media hora. A partir de ahí, Kroos y Modric

comenzaron a encontrar filtracion­es en esa pared de tres centrales del Huesca. Vinicius estuvo cerca del gol en una vaselina ante la salida de Álvaro Fernández en una arrancada en fuera de juego de VAR y Benzema se esmeró en un disparo que rechazó el meta del Huesca. Dos oportunida­des de medio pelo en un equipo que no fue a por el partido como si le fuera la vida en ello porque sabe que no le va. En ese tramo siempre le faltó algo a Asensio. Es una constante en su carrera. No hay mejor materia prima (velocidad, remate, conducción, pegada...), pero la manufactur­a es otra cosa. Ese talento a punto de despegar eternament­e sigue en tierra.

El Huesca, al otro lado, asumió vivir de espaldas a Courtois. Defendió con orden y aplicación, esperando que al Madrid se le fuera el santo al cielo, hecho recurrente esta temporada. Y ahí están derrotas marcianas ante Cádiz o Alavés o empates impensable­s como el de Elche, equipos todos herméticos, huidizos del cara a cara.

Y se repitió el caso, esta vez con preaviso. A vuelta del descanso, Mikel Rico remató como pudo y sobre la marcha una pelota que se columpió en el larguero. Y dos minutos después, Okazaki arrancó en la derecha, cambió el tercio hacia la izquierda y Javi Galán cruzó su excepciona­l remate a la red. Un golazo con el Madrid descompues­to en el repliegue. Hubo más en esos cinco minutos locos: Rafa Mir repitió larguero en un bote pronto tras el tercer contragolp­e oscense en un pestañeo.

El pánico pasó pronto. Gastón Silva derribó cerca del área a Asensio, que iniciaba una contra. Un mal menor convertido en mal mayor, porque Benzema, sin otro especialis­ta en 400 kilómetros a la redonda, mandó su misil al larguero y el rechace llovido lo cabeceó a la red Varane. El partido ya era otro, más sísmico y más divertido: Asensio tiró al lateral de la red, Courtois salvó un gol de Mir, Álvaro Fernández otro de Benzema, Marcelo (relevo del exhausto Odriozola) rozó el palo, Rafa Mir también... Sin el ariete de guardia, Ramos, llegó al partido Mariano. Era el mejor momento de Asensio, el más dispuesto y el mejor dotado para desenredar el partido. Antes, Benzema había dejado pasar la oportunida­d del partido. A dos metros de meta le partió el pecho a Álvaro Fernández, que procuraba ponerse en pie a duras penas. Uno de esos errores que recorren los telediario­s del día después. Y a seis minutos del final, Varane, aprovechan­do otro rechace del gran meta del Huesca, salvó a un Madrid al borde de la desconexió­n.

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Los jugadores del Madrid festejan el gol del empate de Varane, que se adelantó de cabeza a la defensa del Huesca tras la falta de Benzema al larguero.
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