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Barça contra todo

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No one likes us, we don’t care”. No le gustamos a nadie y nos da igual, cantan los aficionado­s del Millwall desde los años setenta. Aunque el hooliganis­mo era moneda común en Inglaterra, los medios posaron el foco sobre ellos creando un estigma que dura hasta hoy. Ante esto respondier­on al contragolp­e, con un cántico magnífico. Uno que le viene como anillo al dedo a un equipo tan “simpático” que en una misma temporada, si el calendario acompaña, puede llegar a disputar hasta cuatro derbis a cara de perro. West Ham United, Leeds United, Crystal Palace y Charlton tienen a esta

gente obrera del sur de Londres en sus oraciones y ellos les devuelven el cariño con esta canción imbatible. Cuando pienso en ese fuego que nace de la adversidad, en la fuerza que nace de verte en la mugre pienso en el Barça golpeado que está encontrand­o el hilo a la temporada contra todo pronóstico.

Hace un par de meses, el Barcelona era un equipo melancólic­o. No se reconocía en el reflejo, como yo a los cuarenta años mirándome en los espejos de los bares que un día me acogieron. La más pura decadencia parecía un destino seguro al final del tobogán y lo único que alteraba la cuota para retrasar el desastre eran el talento eterno de Messi y la pujanza de Pedri o De Jong. En este escenario funesto llegó la filtración del ciclópeo contrato del argentino y temimos la explosión. Pero esa bomba, lejos de destrozar al equipo lo ha espabilado. Dejaron de sonar los tímpanos tras el estallido y a funcionar. El filtrador aún debe estar reflexiona­ndo sobre lo sucedido en su casa.

Después está Koeman, héroe en formación sobre los escombros. Ha puesto el pecho en público y el grupo le está recompensa­ndo en el campo con un entusiasmo inesperado. La victoria heroica en Copa frente al Granada describe con precisión el nuevo ánimo del Barcelona. Koeman volteó la eliminator­ia como lo habría hecho Cruyff. Si flojeamos en defensa, juguemos siempre al ataque. Con cuatro delanteros y el resto del equipo, laterales incluidos, funcionand­o como un émbolo implacable. ¿Quién habría dado un duro por el Barcelona en estas mismas circunstan­cias hace tres meses? Ninguno les queríamos, pero les ha dado igual.

Koeman ha puesto el pecho en público y el grupo le está recompensa­ndo en el campo

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