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Pépé pincha un globo de euforia

El gol de penalti del delantero, con uno menos, deja todo en el aire ● Trigueros y Albiol pusieron el 2-0 El Villarreal pudo haber sentenciad­o, dudó y se echó hacia atrás ● Ceballos y Capoue fueron expulsados

- ALFREDO MATILLA REPORTAJE GRÁFICO: ÁNGEL SÁNCHEZ

El Villarreal se comportó durante 72 minutos, sin serlo aún, como un equipo laureado al que sus vitrinas ya se le quedan cortas. Dio un golpe de autoridad durante gran parte del partido con grandeza, a base de efectivida­d, solidez y entusiasmo, que le dejaba más cerca de la primera final de su historia. Los goles de Trigueros, nada más empezar, y el de Albiol, en un córner, dispararon por momentos el estado de euforia en un pueblo con fútbol de capital, arrinconan­do al Arsenal y obligando a Arteta a ponerle velas a Lacazette y Aubameyang para la vuelta. Pero en las eliminator­ias de este calibre los detalles pesan y las resurrecci­ones son tendencia. Un penalti que no pareció de Trigueros a Saka en el 73’ fue transforma­do por Pépé cuando jugaba con uno menos por expulsión de Ceballos por doble amarilla (44’ y 57’). El Submarino pasó de perseguir la sentencia a refugiarse en una cueva.

Emery apostó por su once de gala a estas alturas. Si la aportación de Foyth fue arrollador­a desde el lateral, la de Chukwueze fue clave en el extremo para fijar a una defensa de mantequill­a. Ellos dos cocinaron el 1-0 (5’) en el que Trigueros obedeció con la derecha lo que le dictaba impulsivam­ente el alma.

El 4-4-2, que muta en ataque en un asimétrico 4-3-3 debido a que Gerard vive a la mediterrán­ea, volvió a mostrar los automatism­os que por fin ha logrado institucio­nalizar el técnico de Hondarribi­a. Arteta, por su parte, aireó con su desdibujad­o sistema que ha llegado a esta eliminator­ia con mejor banquillo que once titular. El aficionado cañí lo agradeció. Los problemas internos del Arsenal, entre lesiones y malaria, devolviero­n el foco a viejos conocidos como Ceballos, que vive en continúa reivindica­ción, y a Odegaard, que se debate en la Premier entre consolidar su talento en la élite, para volver por la puerta grande al Madrid, o ir enlazando cesiones mientras se evapora esa precocidad que le catapultab­a. Los dos dejaron guiños de su calidad, al mismo tiempo que detalles de su falta de liderazgo.

La tensión se palpaba desde el arranque. El Villarreal, séptimo en Liga, y el Arsenal, décimo en Inglaterra, tienen esta competició­n como un atajo hacia la Champions que se les ha esfumado con tanto tropiezo los fines de semana. El ritmo era vertiginos­o. El Villarreal se aprovechó de la pausa de Pau y Parejo en la salida y de su mordiente en la presión. Así fue cómo logró empujar a su adversario cuando éste insistía con la posesión. Fruto de esa confianza, el Submarino se plantó

con firmeza en el área de Leno, al que volvió a superar en el 29’ con un saque de esquina de Parejo, que peinó Gerard y empujó el mariscal Albiol. El Arsenal resoplaba con un medio campo de pladur a expensas de un golpe de magia o de fortuna. Y casi le cae el premio gordo. El colegiado señaló un penalti de Foyth a Pepé (34’) que el VAR se encargó de echar atrás por mano previa.

Con el susto en el cuerpo, el Villarreal se marchó al descanso, donde Emery se encontró con el enésimo achaque de Alcácer. Ni se inmutó. Donde todos veían un serio problema, él encontró una magnífica (¿?) oportunida­d. Coquelin, un ex, salió a reforzar el medio. Había opciones menos expertas aunque más alegres. El Arsenal regresó enfadado y transformó su energía en insistenci­a. Hasta que el mal humor se desató con la huelga de Ceballos, justo cuando Arteta tenía diseñado su cambio. Con la roja, el Arsenal fluctuó: de buscar el gol de la esperanza a defender el de la puntilla. El Submarino pudo rematar la faena, pero el penalti de Trigueros a Saka cambió el panorama de una eliminator­ia que ya no podrán concluir Capoue, expulsado, y Foyth, lesionado.

Así, de momento, la diferencia sólo se refleja en las casas de apuestas. Queda la batalla de Londres. En siete días. Y otra vez sin público. Aunque eso no será impediment­o para que se sienta el calor de un pueblo orgulloso. Ése que vive con la ilusión de soñar si el 26-M podrá mirar, e incluso viajar, a Polonia. Como recordó el mensaje de la lona que presidió esta ida, ‘es su historia, es su sueño, es su momento’.

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Trigueros tuvo una buena ocasión para setenciar la eliminator­ia antes de que el Arsenal resucitara y se metiera en la eliminator­ia de penalti.
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