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Nadal X de Roma

El balear gana ante Djokovic su décimo título en el torneo con 37 golpes ganadores ● Iguala con el serbio a 36 trofeos de Masters 1.000

- NACHO ALBARRÁN

Nadal agranda su leyenda en Roma al vencer en una gran final a Djokovic y capturar su décimo título en el torneo italiano, que hace el 88º en el total de su carrera. Encara Roland Garros con dos trofeos en la campaña de tierra.

Roma volvió a sonreír a Rafa Nadal cuando más lo necesitaba. El balear se agigantó otra vez ante el mejor rival posible, Novak Djokovic, vigente campeón, para levantar su décimo título allí, el 88º en total de su surreal carrera, 36º de Masters 1.000 con el que iguala al serbio en lo alto de la tabla histórica de la categoría. En la Ciudad Eterna se vivió un nuevo duelo de la madre de todas las rivalidade­s, que parece no tener fin, el 57º, entre dos de los mejores jugadores de la historia, viejos rockeros de 34 y 33 años que no se rinden y que se enfrentaro­n por novena vez (6-3 para el ganador) en la Centrale del Foro Itálico. No defraudaro­n. “La NextGen somos nosotros”, bromeó con intención Djokovic en la entrega de trofeos. Más tarde reconoció que su admirado archienemi­go fue “mejor en los momentos decisivos”.

Y es que en esta ocasión la balanza se inclinó a favor de Nadal, que llegó a la final tras salvar dos bolas de partido contra Denis Shapovalov en octavos, con “algo de suerte”, como dijo él, pero antes había superado a Jannik Sinner y después, en cuartos, a Alexander Zverev, otros dos pujantes jóvenes. Desde 2017 casi ha nivelado el cara a cara contra el de Belgrado, que domina aún por 29-28, pero desde 2017 y tras una racha de siete victorias consecutiv­as de Novak, Rafa manda por 5-3, con dos títulos en la capital transalpin­a (el de ayer y el de 2019) y otro en Roland Garros de por medio. A París llegará con la moral por las nubes, a por el 14º trofeo y tras abatir al número uno. Aviso para navegantes.

Da gusto ver el tenis que ofrecen estos dos astros: táctico, variado, técnicamen­te impecable y también potente cuando es necesario. Cada uno con sus armas, los restos de Djokovic, su revés conductor, el genial drive invertido de Nadal y sus envíos cruzados, una mezcla divina con la que produjo 37 impactos ganadores. Uno no se cansa de verlos por muchos años y partidos que pasen. Se conocen tanto que llama la atención que aún se sorprendan. Pero ocurre. Pasó en el segundo juego del partido, cuando Nole voleó desde abajo muy lejos de la red un envió de Rafa que olía a winner. Le ayudó de camino al primer quiebre del partido. Pero en el turno siguiente, una combinació­n de revés cortado y bola alta le dio el contrabrea­k al español, que poco después sufrió otro revolcón por culpa de una línea levantada. “¡Cada puñetero día, nos vamos a matar a final!”, se quejó. Refunfuñó más tarde Djokovic al dirigirse a su equipo tras encajar una segunda rotura que fue letal, porque Nadal la consolidó para apuntarse el primer set.

El tiempo era el peor enemigo del balcánico tras la paliza física del sábado (cinco horas en dos partidos exigentes), y por eso intentó buscar puntos rápidos en la segunda manga. El hombro derecho empezó a molestarle, sobrecarga­do por el esfuerzo del día anterior, y encontró alivió en la meditación durante los descansos. Necesitaba buenos servicios, dejadas, golpes que no le obligaran a entrar en intercambi­os ni a correr más de la cuenta. La tarea de Nadal era intentar trastocar ese plan y lo intentó con un 30-40 en el 2-1. Aunque cuando más tocado parecía, Nole, un tipo de cuyo lenguaje corporal nunca hay que fiarse, se adelantó sin remedio con dos roturas (5-1). Con inteligenc­ia, le quitó ritmo al duelo y eso perjudicó al manacorí.

Movimiento.

Nadal tenía que ordenar el partido, hacerlo más dinámico, meterle movimiento. Y así arrancó el tercer set, con una tensión tremenda. El devenir del choque le requería también sacar mejor para continuar el punto con el drive y dominar. Porque Novak jugaba con mucha elasticida­d y de tiralíneas. El 3-2 fue dramático y sacarlo adelante fue una inyección de moral para el campeón. Tanto que el siguiente resto lo ganó en blanco (4-2) con una determinac­ión estremeced­ora. Faltaba el remate. Lo más complicado. La mejoría del servicio ayudó en el momento justo y también el lógico bajón de Djokovic, que no tuvo más remedio que entregarse no sin antes pelear. Fue otra batalla para la historia.

Resistenci­a

“La NextGen somos nosotros”, bromeó con intención Djokovic

Peligro

Nadal supera al serbio por 5-3 en el cara a cara desde 2017

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