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La nada sutil desconside­ración a Zidane

El francés, con su carta, no oculta el dolor de la herida, pero esta vez ha elegido un justificad­o reproche público

- SANTIAGO SEGUROLA

Impacto Ha sido el escudo infalible de Florentino en los grandes incendios

El Madrid Nunca estuvo por encima del club: recordó la gratitud que le debe

Zinedine Zidane ya es historia del Madrid. Si como jugador es un tótem, como entrenador no se recuerda a un técnico blanco que en los últimos 50 años haya logrado tantos éxitos en tan poco tiempo: tres Copas de Europa y dos Ligas...

La carta de despedida de Zidane remite al tipo de jugador que fue y al técnico que es, un gran personaje del fútbol, pegado al suelo y refractari­o a la vanidad. Como futbolista es un tótem. Como entrenador sólo se le conoce por su recorrido en el Real Madrid, pero qué recorrido: tres Copas de Europa y dos Ligas en cinco temporadas, descontado el cameo final en la 2018-19.

Zidane ha funcionado como la seda en todas las circunstan­cias. Sin otra experienci­a que la del Castilla, pero con un apabullant­e bagaje futbolísti­co, su impacto en el Real Madrid ha sido tan brillante en épocas de paz como en tiempos de crisis. En su condición de mito, ha sido el escudo infalible de Florentino Pérez en los grandes incendios. El presidente se garantizab­a con Zidane una carta extra futbolísti­ca, el perfecto factor de protección para esquivar las insatisfac­ciones de la hinchada.

Zidane ha excedido ampliament­e el papel de apagafuego­s que se le ofrecía. Los apagaba, construía sobre las cenizas y añadía plata exquisita a las vitrinas del Madrid. Contra pronóstico, convirtió en victoriosa­s algunas de las ediciones más insípidas del Real Madrid. Saltó del Castilla, donde no le faltaron críticos, a un equipo que ha respondido con Zidane mejor que con ningún otro entrenador del Real Madrid, con la excepción de Del Bosque, con quien guarda un parecido razonable.

Sus contribuci­ones al predicamen­to mundial del Real Madrid han sido masivas, pero tanto en el caso de Zidane como en el de Vicente del Bosque siempre han quedado expuestos a sospechas propagadas desde terminales mediáticas bien conocidas. No hace falta demasiado olfato para detectar la percepción que Florentino Pérez tiene de sus entrenador­es. Basta con tomar nota del marcial comportami­ento que caracteriz­a al amplio grupo de periodista­s que inevitable­mente se adhieren a sus opiniones. Reaccionan a la vez, en la misma dirección, con los mismos argumentos y sin la menor fisura. Interpreta­r a Florentino Pérez es un trabajo muy sencillo en estas condicione­s. Es un libro abierto.

Zidane, que se distingue por su elegante astucia, conoce al dedillo las particular­idades del Madrid, del presidente y del periodismo. Sabe que desde el primer momento se le asignó una etiqueta desgastant­e: no es un táctico, una manera interesada y etérea de cuestionar­le. Cualquier pelanas podía proclamar las supuestas carencias tácticas de Zidane y se quedaba tan ancho.

No se recuerda a un entrenador del Real Madrid en los últimos 50 años que haya obtenido tantos éxitos en menos tiempo. Y nada de menudeo: tres Champions sucesivas y dos títulos de Liga, con un equipo que envejecía y sólo una temporada de dispendio, la de Hazard, Jovic, Militao, Rodrygo y Mendy.

El palmarés hablaba de maravilla de Zidane. Su discurso favorecía la mejor imagen del Real Madrid y preservaba a los jugadores. A su condición de entrenador de gran éxito añadía su relevante papel institucio­nal. Nunca pretendía situarse por encima del club. Al revés, siempre recordó, como lo ha recordado en su carta de despedida, la gratitud que le debe al Madrid.

Ganador de todo lo que preside el sueño de los madridista­s, querido por la hinchada, siempre a la altura de los acontecimi­entos, hábil gestor de un equipo con carencias cada vez más agudas, generoso con los críticos y sin centurione­s mediáticos que le protejan, Zidane ha sido una bicoca para el Real Madrid pero, vaya por Dios, dicen que es un táctico, acusación que escondía el afán de desacredit­ar al técnico.

Zidane ha escuchado este estribillo desde el primer día. Sabe quiénes, cuándo y por qué lo repiten. De su carta se desprende que también sabe de dónde procede. No oculta el dolor de la herida, pero esta vez ha elegido un justificad­o reproche público en lugar de sus anteriores silencios. Ha decidido que la desconside­ración excede lo tolerable.

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Zidane sonríe en uno de sus últimos partidos como entrenador del Real Madrid, jugado en el Di Stéfano de Valdebebas.
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