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Ramos perdió el pulso con el Madrid

- J. GALLEGO

Desde que ambas partes tuvieron el primer contacto para la renovación, Florentino tuvo claro que no iba a ceder a ninguna de las pretension­es de Ramos.

El necesario ajuste por los efectos de la pandemia no podía cuadrar con las desmedidas, para el club, aspiracion­es del capitán. No se iban a mover y en esa postura también había un mensaje de autoridad para un futbolista mandón, al que tanto poder se atribuía en la entidad y que en varios momentos había desafiado a la planta presidenci­al. El paso de las semanas y los meses fue agrandando la distancia entre las partes, con el jugador enrocado en su razón, alentado por su entorno, y el presidente pensando que ya había cumplido con la leyenda y que ella misma se estaba abriendo la puerta de salida.

Aenemigo que huye, puente de plata. Si Ramos no se plegaba a las circunstan­cias su marcha estaría justificad­a, más si cabe cuando su ausencia por lesión no supuso un contratiem­po para el equipo, que no lo echó de menos. Enredado en su propia trampa, Sergio se fue apretando el lazo mientras Florentino no soltaba la cuerda. Sabía que los madridista­s iban a respaldar su contundent­e postura. Hay un momento en la carrera de algunos futbolista­s en el que su valor es mucho menor del que ellos mismos perciben. No es lo mismo echar un pulso con 25 años que con 35, y esa realidad se la debieron hacer ver a Sergio en su entorno.

Ramos asume la primera oferta que le hizo el club porque quería dos temporadas, por orgullo y reconocimi­ento. Creyó estar en una situación de poder en la que no estaba. La prueba es que con el paso del tiempo se dio cuenta de su error y quiso dar marcha atrás. Pero era tarde, el club había planificad­o la próxima temporada sin él y no era cuestión de rectificar por hacerle un favor. Florentino jugó con ventaja y Sergio se pasó de frenada.

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