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Marc Gasol contempla su obra

- JUAN GUTIÉRREZ

El domingo se celebró otra final de baloncesto, parcialmen­te en paralelo a la gran final de la ACB, a ese Clásico que coronó al Real Madrid en la Liga. En esta otra no estaba en liza ningún trofeo, porque el título de campeón de la LEB Oro ya se lo había adjudicado el Granada, sino un premio de enorme trascenden­cia: la segunda plaza de acceso a la Liga ACB. La Federación Española había fijado para la ocasión una Final Four, que se asignó a Gerona. Esa fue la primera victoria del club catalán sobre sus rivales. En cualquier otra circunstan­cia, el evento no hubiera calado mucho fuera del entorno de los cuatro participan­tes, pero la cita se elevó a un interés nacional por dos apetitosos ingredient­es. Por un lado estaba el anfitrión, el Bàsquet Girona, liderado en la cancha por su presidente y fundador, Marc Gasol, un pívot campeón de la NBA, campeón del mundo, un icono de la canasta. Por otro, el Estudiante­s, un histórico de la liga española, un club con palmarés de grande y con enorme apoyo social. Uno de los dos se iba a quedar un año más en la segunda división. Y fue el Estu.

El Girona ascendió a la máxima categoría, curiosamen­te el mismo día que el club de fútbol, ocho años después de la fundación del Club Escola de Bàsquet Marc Gasol, el germen de este exitoso equipo. Tras dejar la NBA, Gasol pudo haber elegido muchos destinos, en Europa, en España o incluso en Estados Unidos. Pero a sus 36 años, que ya son 37, optó por cumplir un sueño, por culminar su creación. Marc siempre estuvo agradecido a Gerona, porque allí dio sus primeros grandes pasos en el desapareci­do Akasvayu. Siempre dijo que quería devolverle a la ciudad lo que él había recibido. El equipo sénior militará en la ACB, lo que supone un salto en un camino que no ha terminado. Ahora hay que ver cómo se integra Marc en ese futuro. De momento le toca disfrutar. Y contemplar su obra.

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