El Ford Fiesta que finiquita una leyenda
La marca ha decidido dejar de fabricar el popular modelo utilitario para centrarse en el mercado de los eléctricos, poniendo así fin a una exitosa trayectoría de casi medio siglo
En Ford han decidido dejar de fabricar el Fiesta para centrarse en el mercado de los eléctricos. Será este año cuando, con la séptima generación, finiquiten un utilitario del que se han vendido 18 millones de unidades durante casi medio siglo.
Poco tiene que ver el último Fiesta con aquel primero que se presentó hace 47 años. El paso del tiempo ha supuesto una evolución constante del concepto, hasta alcanzar su máxima expresión con esta versión final. Empezando por unas dimensiones cercanas a las de un compacto de no hace tanto. Su diseño es dinámico, con formas afiladas que anticipan el dinamismo que define a la mayoría de las creaciones de la marca del óvalo.
Porque el Fiesta es muy solvente en su comportamiento, combinando en su justa medida agilidad, seguridad y aplomo en curva. Tiene un chasis puesto a punto con acierto, que en el caso de las versiones ST Line se beneficia de una suspensión algo más firme que, acompañada por una dirección precisa, facilita dirigir al Fiesta hacia donde se desee en todo momento.
Siguiendo con la cuidada versión ST Line, el habitáculo goza de unos buenos acabados e incluso un mejor equipamiento, destacando una pantalla multimedia y centro de conectividad de ocho pulgadas. La habitabilidad es correcta, en la media del segmento B en el que se encuadra.
El motor elegido para esta versión, de cierto talante deportivo, es un tres cilindros de gasolina, que gracias a la utilización de un turbo alcanza un rendimiento de 155 CV. Cuenta con apoyo eléctrico gracias a un sistema de hibridación suave que aporta 16 CV pero, sobre todo, permite reducir los consumos a promedios que con frecuencia rondan los cinco litros cada 100 kilómetros.
Tiene un cambio manual de seis relaciones y tracción delantera. La configuración mecánica invita a apurar algo las marchas para aprovechar su potencial, lo que se traduce en un nivel sonoro y ciertas vibraciones del tricilíndrico, quizá el inconveniente más llamativo de un Fiesta que pone final a una saga que motorizó a millones de personas.