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Juicios y meigas

- RAFA CABELEIRA

Total confianza en la justicia” podría ser el título de una película crepuscula­r de Charles Bronson, ya saben: el viejo héroe ya no tiene edad para abusar de las trompadas y se embarca (obligado por las circunstan­cias y su código ético) en una cruzada legal contra la corrupción entre particular­es, todo gracias al Sintrom y a un curso online de Derecho que le acaba de regalar una de sus nietas. En España, sin embargo, lo de “total confianza en la justicia” nos suena a latiguillo de ida y vuelta, apenas una promesa de corto recorrido como las esclavas de plata, o las medallas del amor, pues todos sabemos en qué se convierte dicha confianza cuando la sentencia no hace honor a las expectativ­as.

Ahora ya están todos”, señalaba Joan Laporta en su cuenta de Twitter tras anunciar el Real Madrid que se personaría como parte perjudicad­a en el ‘caso Negreira’, que va camino de convertirs­e en nuestro propio “Caso de casos”: así fue como bautizó la revista Time al proceso penal contra las figuras más destacadas del crimen organizado de Nueva York en los años ochenta, incluidos los jefes de las ‘Cinco Familias’. “Defenderem­os al Barça y demostrare­mos la inocencia del club. Muchos tendrán que rectificar”, remachaba su advertenci­a el actual presidente azulgrana, pero sin avanzar un solo centímetro en las cada vez más necesarias explicacio­nes sobre la relación del Barça con un personaje que parece sacado de alguna viñeta de la 13, Rue del Percebe. Sin ellas, cualquier intento de defender el honor transitori­o del club se reduce a un simple acto de fe, otro salto al vacío para unos socios y aficionado­s que, al menos por esta vez, merecerían ser tratados como adultos.

El ‘caso Negreira’ va camino de convertirs­e en nuestro propio ‘Caso de casos’

Juicios tengas y los pierdas”, me maldijo una señora cuando aún no había cumplido yo los trece años. La vi meterse unos turrones en el bolso y corrí a avisar al guardia del área comercial quien, visiblemen­te molesto por el asunto, me explicó la ley del chivato agarrándom­e por una oreja y dejó marchar a la ladrona entre un mar de disculpas y reverencia­s. ¿De verdad creen, con estos antecedent­es, que estoy yo para jurarle confianza total a la justicia? La misma que a las meigas.

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Joan Laporta, en el palco del Camp Nou.
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