Brahim: ¿zurdo o diestro?
Cada vez que veo jugar a Brahim me pregunto qué clase de infancia ha tenido este chico. A estas alturas, casi seis años después de que fichara por el Real Madrid, no sé si es zurdo o diestro. Imagino a un padre estajanovista lanzándole horas y horas el balón a las dos piernas con la esperanza de fabricar un futbolista. Leo que el padre fue un futbolista de Málaga que no llegó y entrenó al niño desde muy pequeño. Ahora es su representante. No tengo más datos para saber si pertenece a esa estirpe de progenitores disfrazados de entrenadores soviéticos obsesionados con el talento de sus hijos. .
El padre de Brahim, Sufi Abdelkader, es de Melilla y ojo, nació en 1981. Tuvo a la perla con 17 años. Fruto del fútbol moderno, ultraprofesional, podríamos decir que Brahim sabía que iba a ser futbolista con 7 años. Hay un vídeo de 2007 que le califica como “el Messi malagueño” y el niño no para de hacer cabriolas con las dos piernas. Da grima ver cómo juega con un balón que le llega casi a la rodilla. Lleva el 11 del Málaga, pero el texto del vídeo dice que es diestro. Yo creo que es zurdo pero no estoy seguro. El Real Madrid no le fichó porque era alevín y el Barça sí quería, pero no le firmó la servilleta de Messi porque exigía ir con toda su familia. Unos años después se fue al Manchester City dejando 350.000 euros en Málaga.
La verdad es que Brahim me reconcilia con el fútbol y alienta mi esperanza de que no se haya agotado el talento callejero. A pesar de llevar entrenando en clubes profesionales desde los 7 años conserva ese espíritu juguetón de los partidos de 15 contra 15 en el recreo. Tira caños sin parar y despliega en cada partido detalles técnicos de ese niño que jugaba en un club de Málaga llamado Mortadelo. Acostumbrados a jóvenes maratonianos que juegan a dos toques, Brahim es otra cosa. Y creo que su juego es así por necesidad porque a diferencia de Messi, por poner un ejemplo, no goza de unas piernas de velocista. Veremos si le basta para ser titular o internacional, pero de momento es uno de los mayores atractivos para ver un partido del Madrid.
Me reconcilia con el fútbol y alienta mi esperanza de que no se haya agotado el talento callejero