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Mbappé baja de la nube a la Real

Un gol de la estrella del PSG en un córner pincha el globo txuri-urdin ● Errores graves en defensa complican la eliminator­ia ● Cinco partidos sin marcar

- ALFONSO HERRÁN

París, la ciudad del amor, mostró su desafecto hacia la Real en el día más romántico. Desde bien temprano llegaron los flechazos, pero mortales al corazón. Oyarzabal tuvo que claudicar y se descartó para el partido, muy a su pesar, por las molestias en la rodilla. Y luego apareció Mbappé, para recordar a los donostiarr­as que la Champions es otro mundo, que los genios te torpedean las ilusiones sin piedad. Un par de aparicione­s deslumbran­tes del mejor jugador del planeta dejaron la eliminator­ia muy cuesta arriba para la tropa de Imanol. La travesía de esta por el gran torneo continenta­l había sido impecable hasta ayer, pero los errores se pagan muy caros.

Un fallo en la marca de un córner y otro en una internada por el extremo envió al conjunto txuri-urdin a la lona. Si en toda su travesía por la fase de grupos había encajado solo dos tantos y no perdió ni un partido, esta vez los admitió en 12 minutos y rompió su imbatibili­dad. El actual es un momento complicado, porque se prolongan las malas sensacione­s de la Liga y se han acabado los goles. Cinco partidos sin marcar, 500 minutos.

Tras una esperanzad­ora primera parte, en la que tutearon a un rival de enorme prestigio, en la segunda se fueron desinfland­o, emergió un equipo muy plano en ataque, en la que no sabían qué hacer con el balón. No pudieron mitigar las opciones de ataque del enemigo, que empezó a abusar de su dominio, control y profundida­d.

El plan inicial de Imanol era claro: presionar muy alto, no dejar ni un centímetro al PSG para impedirle jugar a lo que le gusta, arrancando sus motos de la delantera en busca de Remiro. El mensaje que se leía en esas acciones valientes era: te tengo respeto, pero no miedo y voy a ser fiel a mi libreto en un escenario tan majestuoso. Claro que esa idea entraña sus riesgos, especialme­nte en las pérdidas en zonas intermedia­s. Tomó nota de ello Zubimendi en el minuto 6, con un despiste que activó a la manada. Dembélé cedió a la carrera a su colega Mbappé y el disparo cruzado de éste fue atajado con un paradón por parte de Remiro.

Los dos rivales se mostraron muy agresivos. La sensación que dejó la Real a partir del minuto 15 tras sufrir varias acometidas de los velocistas parisinos es que estaba exhibiendo su habitual desparpajo en el marco europeo, no se arrugó. Apareciero­n jugadores que generaban peligro, teniendo posesión y chispa. Kubo, especialme­nte, emergió con personalid­ad en un gran coliseo. Muy buena actitud para amansar a la fiera. Pero todo ese desgaste acabó pasando factura. Es como una tela de araña que van trazando los grandes con rivales inexpertos.

Luis Enrique dejaba a Dembélé y Mbappé descolgado­s, muy dispuestos para la carrera. La segunda parte arrancó con un visible parentesco con la primera, con un remate de Kylian, aunque esta vez mucho más tímido. Pero todo se vino abajo en un abrir y cerrar de ojos. Los genios salen de las lámparas casi sin frotarlas. Un mal apoyo de Traoré hizo temblar a la Real, temiéndose una grave lesión del lateral. Eso fue en el 57’ e inició el principio de las desgracias blanquiazu­les. Tuvo que salir para ser atendido y eso desorganiz­ó la defensa del balón parado. Porque Kubo fue el encargado de la marca a Mbappé y se despistó fatídicame­nte, normal en un jugador no habituado a ser un secante. La estrella del PSG, completame­nte sola, remachó a gol ante Remiro. El 7 empezó a provocar terror. Sentenció Barcola tras jugada personal. Misión casi imposible para la vuelta, porque el PSG solo ha perdido por la diferencia necesaria una vez este año: 4-1 ante el Newcastle. Si Aperribay decía que han ido a la Champions a ganarla y no a pasear, toca ir preparando la gesta.

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