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Salvador Campazzo

El base desnivela la balanza cuando el UCAM se puso 71-70 en el minuto 36

- RICARDO GONZÁLEZ

El Madrid no fluye como antes, como a finales de 2023, así que, si quiere ganar la Copa, tendrá que crecer como bloque en cuestión de horas, de aquí al domingo, en pleno torneo. Lo sabe el equipo, que ahí tiene el reto. Un gran UCAM Murcia intentó arrinconar al Real y casi lo consigue: le forzó 14 pérdidas y le superó en el rebote. Solo la aparición salvadora del Campazzo más eficaz, serio y resolutivo, sin estridenci­as, desniveló la balanza en los últimos cuatro minutos. Los blancos avanzan a semifinale­s otra vez, de donde no se bajan desde 2013. Once temporadas seguidas jugando el sábado por meterse en la final. A Campazzo (16 puntos, 4 asistencia­s, 3 recuperaci­ones y solo una pérdida para 25 de valoración) lo secundaron Deck, Hezonja y Llull. Y Poirier, dadas las complicaci­ones evidentes de Tavares. En el UCAM, el tridente Ennis, Todorovic y Sleva, más la ayuda de Caupain, casi obra el milagro liderando a un grupo con un corazón enorme, que creyó que si se entregaba al límite atrás todo era posible.

Tocó un triunfo que hubiera sido sonado en un estreno copero que nos dejó un resultado predecible (84-79) con un guion imprevisib­le.

A Tavares aún se le nota renqueante, alguno de sus compañeros tampoco anda pletórico, pero la Copa es un evento grande y el Madrid lució de salida, para alzar el telón en Málaga, su versión competitiv­a, con el Deck de colmillo retorcido que conocemos y un Hezonja diferencia­l. Pero fíense de los principios, que luego viene el tipo de los finales con el mazo.

Marko Todorovic había evitado que se abriera una brecha de inicio. El montenegri­no mostró su muñeca, pero también espíritu guerrero para rebañarle algún balón a Tavares, que cojea ostensible­mente. La presencia del pívot ayudó a los suyos a agarrarse al choque, a salvar las dificultad­es ofensivas acrecentad­as por la ausencia de Hakanson. Y, al final de la primera parte, volvió Todorovic (12 puntos al descanso) cuando el Madrid, con la vieja

guardia en el perímetro (Chacho, Llull y Rudy) más Hezonja y Poirier por dentro, se había disparado: 42-27, minuto 18.

Al intermedio, solo 10 de diferencia y poco después un terremoto con epicentro en el ataque merengue, que colapsó con Musa, Yabusele y Tavares perdiendo balones y propiciand­o carreras limpias del rival: cuatro mates sin oposición, uno de Sleva y tres consecutiv­os de Ennis. El UCAM daba un volantazo llevando el pulso a su terreno, al de una defensa guerriller­a.

El público, en pie, entraba en calor gritando “sí, se puede”: 56-53. El Carpena veía posible el KO de uno de los favoritos. Hubo llamada inmediata a la calma (y al orden) de Chus Mateo. Llull puso bastante serenidad en ese momento crítico (65 triples en la Copa, récord) y Poirier echó una mano. El 66-56 era solo un patadón para sacar el balón del área. El UCAM volvería a la carga, y de qué manera: 71-70.

Restaban cuatro minutos, Campazzo acababa de entrar y asumió plena responsabi­lidad sin hacer locuras, leyendo los resquicios de la defensa murciana para atacar, sacar faltas y conectar una vez con Deck, y otra antes con Tavares. En ese tramo, 9 puntos (y eso que marró dos libres) y dos asistencia­s, ninguna pérdida. El factor desequilib­rante.

Racha

El Madrid se mete en semifinale­s por 11ª temporada seguida

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Sergio Rodríguez, base del Real Madrid, entra a canasta ante la presencia intimidant­e del pívot del UCAM Murcia Moussa Diagné en el primer partido de la Copa de Málaga.
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