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El líder se duerme y la Liga se despierta

El Madrid se adelanta en el minuto 3 con un gol de Joselu, pero un penalti de Camavinga levanta al Rayo El equipo de Ancelotti manda al principio y se atasca luego ● De Tomás marca su primer gol en la Liga ● Carvajal, expulsado

- LUIS NIETO REPORTAJE GRÁFICO JAVIER GANDUL Y JESÚS A. ORIHUELA

Se juntó todo. La presencia de Mbappé en cualquier rincón de la semana menos la alineación, que todo se andará; el cansancio de la Champions; un campo encogido y un Rayo agrandado, y una tarde de infarto de Tchouameni, invasor de jardines. Lo cierto es que en lo que transcurri­ó entre el aperitivo y la sobremesa, el Madrid se atascó en Vallecas y se dejó dos puntos. Es lo que tiene estar obligado a ganar la Liga dos veces: la que le se le dio por supuesta la semana pasada, con el hundimient­o de sus perseguido­res, y la que queda por delante. El Rayo se ajustó al canon de equipo con entrenador de estreno: más garra, más orden, mejor ánimo. No le abatió el gol inicial del Madrid y ahora ve la Liga de otro color.

Es tal el estado de optimismo del Madrid que el fútbol le pasa por alto cualquier defecto y le premia extraordin­ariamente todas sus virtudes. Le sucedió en Leipzig, donde pasó de sometido a vencedor, y quedó resumido en diez segundos en Vallecas, los que transcurri­eron entre la falta de entendimie­nto entre Lunin y Camavinga que le abrieron una gran oportunida­d a De Tomás, el atarugamie­nto de este con la complicida­d de Trejo y el contragolp­e relámpago inmediatam­ente posterior de Brahim y Valverde culminado en gol por Joselu, el instrument­o del líder para ganar partidos de forma excepciona­l.

Esa sensación de inmortalid­ad del Madrid se repitió poco después, cuando Tchouameni, imprudente y despistado, interceptó absurdamen­te con el brazo un centro de Álvaro García y le salvó del gilipenalt­i la posición de fuera de juego del rayista.

Golpes de fortuna al margen, fue abrumadora la superiorid­ad inicial del Madrid, especialme­nte desde la banda izquierda, bífida por las acometidas clásicas de Vinicius y las eventuales de Fran García. El Rayo presentó un once de efecto recuerdo. Lo que le funcionó a Iraola estuvo en el kilómetro cero de Íñigo Pérez, Trejo y De Tomás incluidos. Una apuesta por el talento frente al vigor. Una terapia tradiciona­l para interrumpi­r la secuencia fatal en la que se encontraba el equipo: depresión-ansiedad-pánico. Otro entrenador, otra actitud y casi otro equipo.

El Rayo, estaba siendo zarandeado por el líder cuando le sobrevino el empate. Fue en la jugada mejor armada de los franjirroj­os, también muy vencidos a la izquierda. Progresó Espino, retrasó para Trejo y el remate de este tocó en la mano moderadame­nte despegada del cuerpo de Camavinga. Suficiente en este neofútbol para que el VAR hiciese sonar la campana, señalase penalti Muñiz Ruiz y lo transforma­se Raúl de Tomás. Era su primer gol en esta Liga. De pronto, reapareció el Rayo de los mejores días, con juego por

fuera, presión, nervio y remate. El gol había provocado una indigestió­n inesperada a un Madrid con Modric.

Es un clásico del fútbol: no hay consenso sobre cuándo llega el final de una leyenda. El futbolista y el país aún no divisan la cuesta abajo, el club sí. Está ocurriendo con Modric, al que Ancelotti ha retirado hace tiempo de los partidos premium. Se diría incluso que si no le pone más a los postres de muchos encuentros es por no ofender su carrera y su palmarés. No estuvo por debajo del equipo, que ya es decir si se mira la clasificac­ión. Resistirá hasta el final para no ser licenciado, aunque sea con honores.

El Madrid se marchó al descanso tratando de explicarse el súbito cambio de clima. El Rayo, celebrándo­lo. De hecho, tuvo Álvaro García el segundo tanto, con un disparo sin demasiado ángulo que no despistó a Lunin. Al utrerano le debe el Rayo buena parte de ese colchón que aún le separa de la zona radiactiva. A Lucas Vázquez se le hizo larga la sobremesa frente a él.

Las primeras tomas de la segunda mitad fueron representa­tivas. Jaimitada corregida de Tchouameni ante Álvaro García y zapatazo de 40 metros alto de Espino sin dar explicacio­nes. Un Madrid distraído y un Rayo crecido.

Al equipo de Ancelotti se le había hecho pequeño el campo. Para encontrar espacios en feudo rayista habrá que esperar a ese nuevo estadio que se quiere en el palco y se rechaza en la grada. En un partido menos alegre, con menos Fran García y menos Vinicius, le costó un mundo progresar, pero poco a poco fue aculando al Rayo en su área. Dimitrievs­ki, héroe en la ida en el Bernabéu, le quitó un gol a Joselu, que cuerpeando le había sacado ventaja a Aridane.

El Madrid retomó el mando de los primeros minutos pero desde una estrategia más penosa, ganando terreno palmo a palmo a base de combinar, a veces con un tráfico de hora punta en el centro del campo. En cierto modo, era una pelea más natural, más esperada. Los cambios de Íñigo Pérez fueron para oxigenar, pieza por pieza para ganar piernas. Lo de Ancelotti buscaron alborotar, con Kroos y Modric, últimament­e incompatib­les, y Rodrygo. El plan de movilidad no funcionó. El Madrid tocó mucho y creó poco. Lo mejor de la recta final fue un golpe franco lanzado por Kroos. Lo peor, la roja en el descuento a Carvajal, por un calentón. Y el Rayo, que metió dos puntas al final (Falcao y Camello), más para atorar la salida del rival que para rematar la faena, resistió sin demasiados agobios. Aquella Liga que se fue hace una semana reapareció en Vallecas.

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Joselu, autor del gol del Real Madrid en Vallecas, cabecea con dificultad a la salida de un córner en el partido de ayer.
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