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Copazzo blanco

El Madrid vuelve a ganar el torneo del KO cuatro años después ● Campazzo es el MVP, aunque pudo serlo Poirier ● El Barça se suelta en el último cuarto

- RICARDO GONZÁLEZ / MÁLAGA

No era un título más, el Barça y Roger Grimau perseguían el respaldo a su proyecto, ese que había logrado el Madrid en 2012 en el mismo torneo, un impulso vital para la instauraci­ón del Lasismo. Algo parecido pretendía el club azulgrana y, de paso, dar el zarpazo, igualar tras 88 ediciones a su gran rival en la cabeza del palmarés. Lo uno y lo otro no se produjo. El Madrid venció y es el rey de copas, 29 títulos ya, vuelve por sus fueros cuatro años después. Una confirmaci­ón plena de la etapa de Chus Mateo, de la consolidac­ión del cambio de guardia en el banquillo, que se intuía complejo. Cuarto título con el técnico madrileño en curso y medio, dos Supercopas, la Euroliga y esta Copa.

El mejor equipo de la temporada en Europa no llegaba boyante a la cita, pero ha sabido crecer en estos cuatro días sin el Tavares más determinan­te. Dio igual, sufrió con el UCAM, noqueó al Valencia y en la final le aguantó un pulso enorme al Barcelona y lo derribó en el asalto definitivo. Poirier fue un coloso, rozó el MVP (32 de valoración), aunque el premio individual se lo llevó Campazzo. Decisivo desde el jueves. Deck, Yabusele y Musa alcanzaron su mejor nivel, imprescind­ibles esta vez para su entrenador. La labor atrás del Facu y de Deck para limitar al perímetro azulgrana en la segunda parte vale igualmente el trofeo. El Madrid es el mejor de Europa ahora, el Barça anda a su estela, se acerca y espera a Ricky Rubio... Emociones fuertes para el cierre de campaña.

La final arrancó con rango de duelo estrella del continente y no decepcionó. Grimau puso de salida un quinteto altísimo, con Jabari, Da Silva y Vesely, con todos cambiando atrás. El problema es que en ataque la cosa no fluía, siempre lejos de la zona (Tavares encadenaba tres gorros), y, tras algún error, el Madrid corría y corría. La faceta encestador­a de Satoransky unida a la clase de Jabari sacó a los suyos del enredo. La sensación era de dominio blanco (25 a 12 en valoración), la realidad: 19-19. A Sato le cogió el testigo Jokubatis: 22-26. Andaba sobre el parque la vieja guardia vikinga, Sergio, Llull y Rudy. Y Hezonja, con el que conectó el Chacho en un corte y ese mate enchufó al croata (12 puntos). El otro que se encendió con los pases fue Poirier. Más madera y 43-45 al descanso.

La fiesta no decaía en la reanudació­n. El Madrid repitió quinteto, no su rival, que optó por uno más clásico. Y la consigna era cargar con todo a la defensa culé. Lo interpretó Deck a la perfección, una y otra vez. Tavares colocaba su cuarto tapón. A cambio, Vesely le buscaba las vueltas con su tirito. La intensidad del ya campeón era mayor y mandaba en defensa con el Facu y Deck. Esa pujanza desniveló levemente la balanza.

El empellón del último acto acabó de romperla. No había rotación, salvo en el cinco. Mateo confiaba en el póquer Campazzo, Musa, Deck y Yabusele con Hezonja en el banco hasta que restaban tres minutos. Le funcionaba aun a riesgo de encarar un final al límite de la resistenci­a. Musa volvía a entrar con el cuchillo en la mantequill­a para el mate de Poirier, Yabusele embocaba dos triples, Deck otro y el contrincan­te se tambaleaba: 77-68, KO técnico. El Barça no lo levantó porque, entre otras cosas, enfrente tenía a un portentoso Poirier. El Madrid ha vuelto, siempre lo hace.

A más

El campeón no llegaba boyante, pero ha crecido en el torneo

Portentoso

Los de Grimau no reaccionar­on porque enfrente estaba Poirier

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Sergio Llull y Ruy Fernández levantan el trofeo de campeones de Copa, el 29º del Real Madrid, en el centro de la pista del Martín Carpena.
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