“Dejamos todo por una apuesta”
Nico García y Adrián Abadía visitan AS tras su histórica medalla mundial en saltos con la vista en París 2024
Las distintas realidades del deporte español podrían medirse por la forma en la que aparecen los deportistas cuando visitan este diario para celebrar éxitos. La de los saltos, disciplina con menos de 100 licencias (88 exactamente), es modesta, y cuando Nico García y Adrián Abadía llegan a la redacción lo hacen sin séquito, en chándal, cargando pesadas mochilas tras completar un entrenamiento. Una sencillez que se agradece, pues suele trasladarse a la conversación y este caso, el de los primeros españoles en conseguir una medalla mundial en saltos (concretamente en sincronizados de tres metros), no es una excepción.
Nico, 28 años, es de Las Palmas; Adrián, de 21, mallorquín. Tras conseguir lo nunca visto en la natación española, apenas han podido disfrutar “unos días”. “Nos quedan tres copas del mundo, Europeos, Nacionales...”, glosan su calendario próximo, una vuelta al mundo. El ciclo olímpico es así, una selección natural (ya lo dice el eslogan de los Juegos: citius,
altius, fortius) que separa el grano de la paja cada cuatro años. Este verano, en París, García y Abadía, tan compenetrados que sus apellidos riman, formarán parte del grano. “Dejar todo por una promesa, una apuesta”, resumen ellos mismos su trayectoria deportiva, ha dado dividendos. Se han quitado “un peso de encima”.
No debe de ser fácil ser ellos. Entrenar “ocho horas al día, una jornada laboral”; dejar a tu pareja en Canarias y pausar unos estudios de Ingeniería Naval, como hizo Nico; cancelar una beca universitaria en Luisiana (EE UU), como hizo Adrián. Y todo sin saber si merecerá la pena, con “muchas decepciones” . Pero al final la ha merecido, o al menos eso creen. “Esto cambia mucho las cosas. Ahora la ayuda será más grande”, opinan de la repercusión que pueden tener su bronce en la estructura de los saltos, que se había hecho “más profesional” con vistas a París. “Con el dinero extra del Team España nos pagan alquiler, más equipo, un nutricionista...”, aseguran. Antes se incorporaron técnicos de prestigio, algo que al país le cuesta producir, como el italiano Domenico Rinaldi o el canadiense nacido en Cuba Arturo Miranda.
En París tienen, por ahora, plaza colectiva. En el formato olímpico se compite directamente por medallas. “Es la parte buena, pero hay que manejar las expectativas”, comenta prudente García. Ya saltaron juntos en Tokio, campo de pruebas. Y este ciclo han sido uña y carne en un deporte que es pura sincronización, al que Abadía llegó por su abuela y Nico porque se prendó de él viendo a otros entrenar en la piscina de Las Palmas a la que iba con el colegio, una de “las cuatro o cinco” que hay en el país con torre de saltos. Ahora viven juntos para fomentar la compenetración, aunque cogen el metro “por separado” tras entrenar, se ríen ambos, para no saturar la relación.
Para Nico serán “los últimos” Juegos, mientras que a Adrián le queda más carrete. Tras esto, figurarán en las quinielas de un equipo español que aspira a superar los 22 metales de Barcelona 1992. Contribuir a la mejor cosecha olímpica de la historia nacional sería “algo muy tocho, eterno”. “Ni siquiera sabemos aún qué significa esto”, cuentan con la inocencia propia de un deporte ajeno a las portadas. Al menos hasta su irrupción, que esperan que sirva “para los que vienen detrás”. El tenis tuvo su Santana, el esquí a los Fernández Ochoa y los saltos a ellos.
Entrega
“Entrenamos durante ocho horas al día, como una jornada laboral”
Apoyo
“Esto cambia mucho las cosas, ahora la ayuda será más grande”