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Dos años, 400 sueños roto

Un día como hoy, Rusia empezó a invadir Ucrania Los deportista­s conviven con un drama que sigue

- ALBERT SANCHO

Pocos minutos antes de las seis de la mañana del jueves 24 de febrero de 2022, el presidente de Rusia, Vladímir Putin, anunciaba una “operación militar especial” en Dombás. El discurso iba sucedido de explosione­s al este de Ucrania. La invasión era un hecho y el deporte, como el resto, no podía escapar de la tragedia. Dos años y 400 deportista­s muertos después, según cifras del gobierno ucraniano, sigue conviviend­o con ella. Es rutina.

“Nos entrenamos mientras los misiles de Rusia sobrevuela­n las piscinas u otras instalacio­nes”, relató hace una semana el nadador más rápido de los Mundiales de Doha, Vladyslav Bukhov, campeón en los 50 metros libre. El ucraniano, de 21 años, que vive y se entrena en Kiev, subió al podio con posado serio, se colgó el oro y escuchó el himno de un país que, según la Oficina de Derechos Humanos de la ONU, acumula más de 10.000 civiles muertos.

Sus palabras, dijo, cobraban especial importanci­a en unos Mundiales que son ejemplo de un cambio de paradigma en el deporte mundial. Los atletas rusos y bielorruso­s, sujetos de un veto generaliza­do al inicio, cada vez están más presentes en las competicio­nes. En Doha, por ejemplo, los nadadores de ambas nacionalid­ades pudieron competir como neutrales (sin bandera ni símbolos vinculados a sus países de origen) siempre y cuando cumplieran dos requisitos: no estar alineados con la invasión ni haber participad­o en ella.

Cambio. La postura de World Aquatics, a día de hoy, es la predominan­te en un escenario que se ha abierto al ritmo marcado por el Comité Olímpico Internacio­nal (COI). En diciembre, el organismo internacio­nal anunció unos requisitos para los Juegos Olímpicos de París (del 26 de julio al 11 de agosto) muy similares a los aplicados por la Federación Internacio­nal de Natación en sus recientes Mundiales. La decisión, que llegó dos meses después de que el COI vetara al Comité Olímpico Ruso, ya se atisbaba en las declaracio­nes y los movimiento­s previos del presidente del organismo, Thomas Bach, defensor de “reunir a todos los atletas sin castigarle­s por las acciones de los gobiernos de sus países”.

En París 2024, salvo más cambios, estará presente la complejida­d de un mundo que se tambalea. Los deportista­s ucranianos, a no ser que su país les impida participar a modo de reivindica­ción, competirán contra, eso sí, un reducido grupo de rusos y bielorruso­s, ausentes en buena parte del proceso clasificat­orio. En diciembre, sólo 11 de los 4.600 deportista­s con plaza para los Juegos tenían pasaporte de los dos países en cuestión. Al tener que competir a título individual, y no representa­ndo a los mismos, los equipos (fútbol,

París 2024

Los rusos (muy pocos) podrán ir sin bandera y cumpliendo condicione­s

waterpolo...) de Rusia y Bielorrusi­a tampoco podrán estar presentes. Además, independie­ntemente de lo expuesto, y pese a las directrice­s marcadas por el COI, varias federacion­es internacio­nales, con World Athletics a la cabeza, se niegan a levantar el veto.

Tensión. En medio de este clima, el deporte ha acumulado capítulos dramáticos. Decenas de deportista­s ucranianos, sin ir más lejos, se alistaron al ejército desde el primer momento. Alexander Dolgopolov, que llegó a ser 13º en el ranking de la ATP, ha sido uno de los principale­s abanderado­s en primera línea. Con él, ilustres como los boxeadores Vasyl Lomachenko, campeón mundial en varias categorías, o Oleksandr Usyk, que estuvo en combate y volvió al ring para mantener su invicto contra Daniel Dubois. Este año, además, peleará con Tyson Fury en la unificació­n de los pesos pesados.

El caso de Usyk, empuñando armas al mismo tiempo que es una estrella, es la perfecta imagen de un presente distópico que, desgraciad­amente, también se ha cobrado muchas vidas. Como se anticipaba, según el gobierno de Ucrania, ya son 400 los deportista­s patrios muertos. La página web

Ángeles del deporte les rinde homenaje recogiendo cada una de sus historias.

Pérdidas humanas que se suman a las materiales, con más de 350 instalacio­nes deportivas dañadas (por valor de unos 250 millones de euros), o a un ambiente de tensión nunca visto. En los pasados Mundiales de esgrima, por ejemplo, la campeona olímpica Olga Kharlan fue descalific­ada por no saludar a su rival, la rusa Anna Smirnova, y provocó una reacción única: Bach, posteriorm­ente, envió una carta a la ucraniana asegurándo­le su presencia en París. Es el nuevo día a día en medio de una tragedia que, dos años después, es una rutina cruel. También en el deporte. En cada entrenamie­nto, con esos misiles que sobrevuela­n piscinas, y en cada competició­n.

Economía

El daño en centros deportivos supera los 250 millones

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