“Se han acostumbrado a los bombardeos”
Sugoi Uriarte, que entrenó a 25 ucranianos, y Alex Txikon, que trasladó refugiados, hablan con AS
Nada más ver las primeras imágenes de la invasión, Sugoi Uriarte, medallista europeo y mundial de judo, le escribió un mensaje por Instagram a Daria Bilodid, bronce en los Juegos de Tokio y la campeona del mundo más joven de la historia. A sus 23 años, la ucraniana es candidata a todo en París. El 19 de marzo de 2022, en plenas Fallas, sin embargo, aterrizó en Valencia huyendo de la guerra. “Primero me dijo que se quedaba. A los pocos días, me llamó llorando. Veía las bombas cada vez más cerca y había decidido irse”, relata Sugoi, que acogió a Daria, acompañada de su madre, su abuela y su perro, en el CAR de Benimaclet.
Todo fue muy rápido. Tras la llamada, sólo pasaron tres días hasta la llegada de la familia Bilodid. No fue un caso único. En esos primeros meses de invasión rusa, Uriarte y su pareja, Laura Gómez, también medallista europea, abrieron las puertas del centro que dirigen, y de su casa, a 24 ucranianos más. “Los comienzos fueron difíciles. Con Daria te podías comunicar perfectamente porque habla inglés, pero, con el resto, imagínate. Poco a poco”, recuerda Sugoi en conversación con AS. Sólo dos, Anton Shuhalieiev y Rybin Stanislav, que ya compiten por España (se lo permite su condición de menores refugiados), viven ahora de forma permanente en Valencia. El resto va y viene de Ucrania. Daria se instaló de nuevo en Kiev en septiembre. Este jueves, sin embargo, volvió a Valencia para entrenar dos semanas con Sugoi y Laura. Dos años después, con cada regreso sigue viajando el sonido de la guerra. “No creo que estén mejor, sino que se han acostumbrado. Pueden estar sin luz y sin calefacción, pero ya conviven con ello. Son una sociedad muy fuerte, muy orgullosa y tiran para adelante. Se han llegado a acostumbrar a los bombardeos”, reitera Uriarte con crudeza.
Dentro del grupo que entrenó, al que pudo atender gracias a la ayuda de un entorno del que se siente “muy orgulloso”, las historias de éxito se entremezclan con la angustia del exilio a edades tempranas. Nazar Viskov, por ejemplo, no tenía pensado refugiarse en España. Su casa, sin embargo, fue bombardeada. Llegó a Valencia en el coche de otra familia y, bajo las órdenes de Sugoi, fue finalista europeo Sub23. “Mientras no les conoces, no pasa nada. Cuando empiezas a rascar, te sientes responsable”, explica el español, que, tras las clases, se dedicaba a tramitar la condición de refugiados, la escolarización o las tarjetas sanitarias.
Según Sugoi, Vlada Kopnyayeva fue “el alma de todo esto”. La judoca, de padres ucranianos y en el equipo de Beniclamet, llegó con dos años a España, país al que representa. A los dos días de estallar el conflicto, se desplazó junto a su tío hasta Ucrania para llevar medicamentos y comida. Como ellos, siguió el mismo trayecto el montañista español Alex Txikon, que lideró varias expediciones junto a Matia Fundazioa para repartir productos de primera necesidad y traer refugiados. “Fuimos a Polonia, a escasos 10 kilómetros de la frontera. Nos encontramos devastación, vacío, tristeza... ver a miles de desplazados y todo lo que se estaba preparando fue una locura”, recuerda en conversación con este periódico.
Desde ese 24 de febrero, según datos de ACNUR, el número de refugiados asciende a 6,4 millones. “Hicimos unos cuantos viajes. Al final, fueron cuatro o cinco autobuses. Mantenemos el contacto. ¡Hasta han aprendido euskera! Muchos viven aquí y otros han regresado”, explica Alex. Daria está en el segundo grupo. Dos años después, sigue optando a un oro en los Juegos. Y sueña por 400.
Uriarte “Pueden estar sin luz ni calefacción. Ya conviven con ello”
Txikon “Vimos devastación, vacío, tristeza... todo fue una locura”