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Lamine y Pau, sociedad ilimitada

Yamal (16 años), con un golazo, y Cubarsí (17), con un partidazo, dan un recital ● El Barça, segundo Gündogan falla un penalti ● El equipo blaugrana carga pilas ante el Nápoles ● João Félix desespera

- SANTI GIMÉNEZ REPORTAJE GRÁFICO R. MOLINA, G. LEIZA Y J. M. BASCU

Aferrado al inmenso talento y carácter de dos adolescent­es como Cubarsí y Lamine que debería avergonzar a algunas vacas sagradas, el Barcelona supera un trauma y carga pilas para afrontar el partido del año contra el Nápoles después de ganar por 1-0 con un golazo de Yamal. El Barça se pone segundo, pero depende de los niños. Por mucho que los árbitros permitan que los zurren.

Para muchos expertos, aficionado­s y afición en general, una de las obras cumbres del Barcelona fue la final del Mundial de Clubes de diciembre de 2011, cuando el equipo blaugrana aplastó al Santos por 4-0 con una alineación con nueve centrocamp­istas en el equipo. La evolución, las circunstan­cias y una serie de catastrófi­cas desdichas llevaron ayer a Xavi a plantear el duelo contra el Mallorca con un sólo centrocamp­ista: Gündogan. Mientras Fermín y Romeu se quedaban en el banquillo, Xavi decidía llenar el campo de delanteros, pero dejando a su máximo referente, Lewandowsk­i, también en reposo. Para sustituirl­e, la decisión de dar prioridad al canterano Guiu por delante de Roque, que llegó en el mercado de invierno por 30 millones fijos más 31 en variables, va a dar que hablar estos días.

Como que al Barça no le quedaba más que atacar y poner intensidad, los primeros minutos culés fueron intensos, pero sin pólvora. El equipo se basaba en la solidez de Cubarsí, que volvió a dar un curso en los duelos individual­es y ante un rival como Muriqi, y en la pausa que le daba Gündogan. El resto se fue diluyendo con el tiempo. Con un Raphinha que no sabía donde estaba, un João Félix jugando en segunda velocidad y un Marc Guiu claramente superado por los centrales baleares.

A los 22 minutos de partido, no obstante, se le abrió el cielo al Barcelona cuando el árbitro señaló uno de esos penaltis que sólo pueden verse cuando amplías la lupa en la sala brumosa. Con la lupa ampliada, penalti claro; sobre el campo, jugada normalita. Pero señores, este es el fútbol que nos hemos dado entre todos.

Copete le dio a Raphinha y tras ir al VAR, el árbitro decretó un penalti que tiró, en el sentido literal, Gündogan tan mal como supo. Rajkovic demostró que a este Barça lo de aprovechar las oportunida­des se le da fatal y que ni de penalti se aprovechan.

El fallo de Gündogan dio alas a un Mallorca que empezó a buscar a Larin y Muriqi, ante los que se

multiplica­ba Cubarsí y el partido entraba en una fase peligrosa para los barcelonis­tas, que se aceleró cuando Raphinha puso final a su participac­ión en el partido pidiendo el cambio.

El brasileño se quejó de la falta que provocó el penalti y Òscar, el hermano de Xavi, dio entrada a Fermín, que mejoró las prestacion­es del brasileño. No era difícil.

A los blaugranas les quedaban en el banquillo la bala de Lewandowsk­i y la de Roque para tratar de evitar otra noche deprimente.

De la mano de los niños, el Barcelona trató de mejorar la intensidad y Lamine disparó al larguero en un ataque de dignidad antes de que entraran en el campo el denostado Vitor Roque y Lewandowsk­i por un desacertad­o Guiu y un desesperan­te João Félix, que se fue entre silbidos.

El brasileño mejoró en mucho la intensidad en el equipo blaugrana. Y si hay algo que echa de menos el conjunto catalán son jugadores que se ofrezcan y que luchen. En ese aspecto, la comparació­n entre Roque y João Félix es vergonzosa.

Pero ahí siguió Lamine Yamal, que 15 minutos después de tirarla a romper y que diera en el palo, a la siguiente que tuvo se la acomodó para ponerla suave en la escuadra de Rajkovic y marcar un golazo que daba aire a la entidad que puso nerviosos a los que se quieren cargar el fútbol.

La entrada que le hizo Antonio Raíllo a Lamine al final del partido y que el árbitro no pitó ni falta fue la demostraci­ón de la impotencia del defensa y del colegiado.

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Larin cabecea con Koundé en el suelo en una de las escasas ocasiones de gol que tuvo ayer el Mallorca.
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