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El “puto amo” de Mánchester

- ARITZ GABILONDO @AS_AGabilondo

Líder. Guardiola dijo con sorna que la estrella del City es él, que por eso las cámaras le persiguen y que de ahí salga más de un plano abroncando a sus jugadores, sean Grealish o Haaland, futbolista­s por los que el club pagó una millonada. Lo dijo de forma irónica pero razón no le falta. Jugar para Guardiola tiene un peaje. Nadie está por encima de él. Sólo lo estuvo uno, Messi, al que dio las llaves del banco porque sabía que era único. Pero se distanciar­on pronto —visto ahora con perspectiv­a— y nunca han vuelto a coincidir, lo que evidencia que quizá con más roce hubieran erosionado una relación futbolísti­ca que acabó por ser gloriosa.

Soldados. Guardiola es el jefe de esto, no hay duda. Tiene la potestad de llevar a sus futbolista­s a cotas difícilmen­te sospechada­s. Consigue que Stones, Akanji o Aké sean defensas de primer nivel, que Rodrigo irrumpa abrumadora­mente como el mejor mediocentr­o del mundo, que Foden derive en estrella de la Premier, que Gündogan levante una Champions como capitán, que Bernardo Silva y De Bruyne se consideren leyendas… ¿Qué hubiera sido de todos estos futbolista­s sin él?

Palmer. No todos aceptan este yugo del técnico, incansable en ocasiones hasta decir basta. Hubo casos muy llamativos como el de Ibrahimovi­c en su día. Están por definirse otros como el de Haaland, que puede aguantar y pelear Balones de Oro o explotar y ser víctima de su ego como hizo el sueco. Y los hay que se adelantan a lo que Pep dicta, como Sancho en su momento o Palmer ahora. Resulta que el del Chelsea es una de las estrellas de la Premier tras salir del Etihad. Tiene una calidad incuestion­able. Buenísimo. El inglés decidió emprender camino sin Pep y deslumbra en el 10º de la liga. No es lo que Guardiola reservaba para él, no es la grandeza, pero algunos jugadores lo necesitan: ser ellos la estrella y no sus entrenador­es.*

Hallo Deutschlan­d. Dos meses para la Eurocopa y dos años para el Mundial. La cuenta se hace fácil, pero las diferencia­s son obvias. Mientras la UEFA espera relajada a que los alemanes lleven a cabo su torneo sin ningún problema, la FIFA tiene que lidiar con inconvenie­ntes lógicos en su preparació­n para la cita de EE UU, México y Canadá. En los últimos días salieron rumores de que el estadio Azteca no pasa el corte y está en riesgo como sede mundialist­a. Nada de eso. Hay trabajos conjuntos, pero el mítico escenario acogerá la inauguraci­ón como está previsto. Lo contrario sería un fracaso también de la propia FIFA. No ocurrirá.

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