Fuera de serie
GAS A FONDO con los cooches más extremos ¡Viva la fiesta de la velocidad! Nos subimos al nuevo Mercedes AMG GT R y al potente Bugatti Chiron
LOS INGLESES HAN PERDIDO
LA CABEZA. Y no, no lo decimos por el Brexit. O al menos, no solo por eso. Sino por los dos coches más explosivos del año que han rodado al sur de Inglaterra: el Mercedes-AMG GT R y el Bugatti Chiron. Lo han hecho en el mítico Festival of Speed de Goodwood, un evento al que hay que ir una vez en la vida y que se llena cada año de cientos de motos clásicas, coches de Fórmula 1 y superdeportivos de ensueño. Pero han sido estos dos bólidos de Mercedes y Bugatti los que les han vuelto majaras de verdad a estos ingleses. ¡Y nosotros nos hemos subido a los dos!
Pero aún hay más. Y es que, nuestro chófer en el rabiosamente nuevo AMG GT R ha sido nada menos que el campeón mundial de Fórmula 1 Lewis Hamilton. Una vuelta al circuito en la creación más extrema de Mercedes, con uno de los mejores pilotos del planeta. Más no se puede pedir. Pero, como con todas las estrellas, Hamilton nos hace esperar. Muy bien, porque así nos deja tiempo para echar un vistazo al alucinante Mercedes de color verde. No solo es la versión
Mientras se me salen los ojos de las órbitas, Hamilton va sonriendo con absoluta calma. Es un pilotazo"
más extrema del GT: es la base de un coche totalmente nuevo. Hasta el momento AMG nunca había integrado tanta tecnología proveniente de la competición en un coche destinado a la calle como en este R. Eso nos dice el jefe, Tobias Moers.
Al menos ópticamente tenemos que darle la razón. La parrilla Panamericana viene del bólido de carreras AMG GT3, igual que el alerón regulable de la zaga. Además, el GT R se ha ensanchado considerablemente. Ha adquirido tamañas proporciones que a su lado un Ferrari o un Lamborghini se quedan en nada.
Pero basta de teoría: Hamilton llega por fin. Y viene para darnos una vuelta al circuito. Se sienta, regula el asiento, y pulsa el botón rojo de arranque. Y de pronto, no solo Inglaterra pierde la cabeza: también todo mi mundo. ¡Qué sonido tan maravilloso escuchan mis oídos!
Lo que transmite su motor por los escapes son decibelios que raramente percibirás en el tráfico rodado. En el de este mundo, me refiero. Ensordecedor, agresivo, casi obsceno. Así es el V8 que gira delante de nosotros. Con el nuevo mando giratorio bajo los aireadores, Hamilton pone el ESP en modo off, mete primera con la le- va derecha y nos lanzamos hacia delante a toda velocidad.
Resumo: la sensación es incluso mayor que la de cualquiera que se haya tomado un LSD. La bestia verde se arroja contra la primera curva. El sonido se entrecorta momentáneamente en cada inserción del cambio de doble embrague. Frenada fuerte, a degüello e instantáneamente el GT R se pone de lado. Para Hamilton, una maniobra casi rutinaria. Mientras sonríe, este pobre redactor se intenta sujetar en el asiento del copiloto mientras su cara anuncia un gesto de pavor. Estoy pálido.
Miro a mi izquierda y Hamilton parece estar pasándoselo bomba. Al final han sido dos vueltas. "Want one
more?" ( ¿ una más?), me dice. Vaya pregunta. Ahora se trata de hacer casi toda la ronda de lado, desde el primero hasta el último metro. ¿ Qué opina del coche? Lo tiene claro. "No había conducido hasta ahora ningún coche de calle que estuviera tan cerca de uno de competición". Todo un cumplido si tenemos en cuenta que en privado conduce un Pagani. Sobre todo, le han entusiasmado las cuatro ruedas direccionales que estrena este bólido. "Parece mucho más compacto al conducirlo de lo que realmente es", dice Hamilton.
Al terminar, nos bajamos los dos: un exultante Lewis Hamilton y servi-
dor, con las piernas aún temblorosas. Pero no es la hora de descansar: el siguiente coche me está esperando. Aún más extremo. Aún más brutal. Y aún más rápido. Bugatti me ha ofrecido su primera vuelta en el Chiron.
Con sus 1.500 CV no solo es el coche de serie más potente del mundo. Cuesta 2.400.000 euros, precio base, de modo que también es el más caro. ¿Por qué me menciono estas dos cifras? Pues porque nos vamos a meter en un tramo que en realidad es una carretera vecinal reasfaltada, solo un poco más ancha que el Bugatti.
Ahora la han cerrado para nosotros, pero hasta hace nada estaba siendo usada por el tráfico normal. Las manchas de aceite que pueblan la carretera frente a mí son un asunto, digamos que resbaladizo. Por suerte, el hombre que va al volante sabe lo que hace. O al menos, eso quiero pensar. Andy Wallace no solo es el director de desarrollo de Bugatti, sino