En el Reino Unido e Irlanda, las llamadas ‘furgoheladerías’ son como unas naves espaciales. Al verlas, te quedarás ‘helado’
En el Reino Unido e Irlanda, las furgonetas de helados a veces parecen vehículos llegados de otro planeta. Especialmente, este Austin de 1967, con John Taylor a los mandos, que lleva más de 50 años en marcha. Pero no es el único, todavía hay más clásicos
UNA MELODÍA DE LOS AÑOS 50 SUENA a través del altavoz de la Happy Wanderer, una simpática furgoneta de helados que ha obligado a niños, padres y madres a salir corriendo en calcetines y pantuflas por las aceras del barrio de Rathfarnham de Dublín, la capital de Irlanda, con algunas monedas en sus manos cerradas.
Con sus numerosas ventanas de cristal en la parte delantera y los cohetes en la zaga, esta furgoneta de helados parece un vehículo llegado de otro planeta.
John Taylor gira al final de una calle estrecha, mientras hace mucha fuerza con sus dos brazos para mover el volante. Lo hace poco a poco, porque la dirección asistida no existe en su Austin, que tiene ya 52
años. En una época de cambios, John Taylor y su nave espacial han sido una constante en los barrios de clase trabajadora del sur de Dublín durante décadas. "Apenas ha cambiado y el helado todavía sabe igual que antes", dice Doreen Collins, de 40 años, con su hijo Leon, de diez. El Ripple es uno de los que más gustan a los británicos e irlandeses. Es un helado de vainilla con tiras de salsa de fresa o frambuesa, aunque yo creo que se parece un poco a la pasta de dientes roja y blanca.
A Taylor le esperan media docena de paradas hoy. Pero no siempre todos están tan ansiosos de helado. "No espero más de un minuto en una parada. Si no hay nadie, continúo", me comenta el veterano vendedor.
Por cierto, hace años empapaba la parte trasera de su furgoneta con grasa para evitar que los niños se subieran en movimiento y se lesionaran. Lo explica: "La grasa les dejaba manchas en la ropa. Eso les traía problemas en casa y así me aseguraba de que no se subían al vehículo".
Taylor encargó su furgoneta de helados en 1967 y la recibió en 1968. Primero endulzó la vida de las per
sonas en Gales y desde 1971 lo ha estado haciendo en los barrios del sur de la capital irlandesa.
Sigue trabajando todos los días, generalmente, de dos a tres horas. Le gusta su trabajo. Pero también tiene que hacerlo para llegar a fin de mes. "Es suficiente", dice, refiriéndose a su edad, "mucho mejor que estar sentado en casa". Y escasas veces se da él mismo el gusto de un helado. "Tal vez si se rompe un cucurucho. Entonces, aprovecho".
Su Austin pocas veces le ha dejado tirado. Por supuesto, se han roto cosas en estos años, "pero nunca ha estado en el taller. Lo arreglo yo mismo", dice Taylor con mucho orgullo.
Recorre aproximadamente 30 kilómetros todos los días y cuenta con John Taylor ha estado conduciendo su Austin durante 51 años, recorriendo diariamente los barrios del sur de la capital irlandesa la potencia de dos motores: uno diésel de 1,5 litros en la parte trasera, que proporciona energía a la máquina de enfriar los helados, y otro de 2,2 litros debajo del asiento del conductor para mover el vehículo. ¡Los dos son muy ruidosos!
Tampoco en Gran Bretaña los helados se sirven en aburridas furgonetas de reparto, sino en vehículos muy coloridos y bien decorados. "Se supone que deben aportar color a la vida de las personas", dice Ed Whitby, jefe de Whitby Morrison, el líder mundial en la fabricación de furgonetas de helados.
La compañía de Crewe (sí, la misma localidad donde tiene su sede Bentley) produce alrededor de 100 furgonetas al año, casi todas basados en la Mercedes Sprinter. También tiene clientes en el extranjero, incluso en Libia hay alguno de sus modelos. La compañía también restaura unidades antiguas. Whitby sabe el valor nostálgico que tienen: "Los clásicos no sólo llevan helados a la gente, sino también un pedazo de su infancia", explica este experto.
Como los recuerdos tan especiales que le produce el Bedford CA rojo y blanco de Tony Roach. En 1983, conoció a su esposa Yvonne (54) "Había olvidado la hora de la cita y no tuve tiempo de ir a casa a por el coche. Así que fui a recogerla en la furgoneta de helados", comenta este hombre de 58 años.
En su flota de furgoheladerías tiene ocho vehículos modernos y cuatro clásicos. Entre ellos se encuentra un Bedford CF1, que Roach ha restaurado profundamente durante tres años. Este modelo de 1972 es una herencia de su padre. Un segundo Bedford CA de 1967 tiene el nombre de Rocket Van debido a los dos cohetes que lleva El escocés es conocido por sus helados hechos con ingredientes naturales y su flota de coches clásicos: además de tener tres de seis ruedas y el Rolls-Royce, también cuenta con otro Bedford CA
>> en la parte trasera. Como ves, muchas furgonetas de helados antiguas parecen naves espaciales y no es una coincidencia: "En los años 60, existía una fiebre espacial, era la década del viaje a la luna", dice Roach.
¿Y sabías que también hay RollsRoyce de helados? Pues sí, y el único que existe está en Musselburgh (Escocia) y proviene de una época diferente. Su propietario es Michael Luca, que arranca a través de una manivela su robusto motor de 3,1 litros de 1923, que rinde 20 CV. Por supuesto, cobra vida, como siempre lo ha hecho, salvo durante la pausa forzada por la Segunda Guerra Mundial. "Había hierba creciendo dentro del motor cuando lo recuperé. Pero arrancó", dice este productor de helados de 62 años. La típica estatuilla del Espíritu del éxtasis que los RollsRoyce llevan en el frontal es desmontable y Michael la guarda en su oficina. Temiendo un robo, la suele dejar a buen recaudo cada vez que sale de gira. Este lujoso modelo perteneció a un marqués español antes de ser comprado por el fabricante de helados Luca en la década de 1930 para convertirlo en un coche comercial. Aún hoy, este Rolls es capaz de rodar con normalidad, aunque, por supuesto, ya no lo hace a diario. Al igual que muchos clásicos furgones
de helados, el rey de todos, o sea, este, se puede alquilar para bodas o eventos de empresa.
Luca también tiene un Bedford CA y tres vehículos de seis ruedas. Debajo de sus carrocerías se esconde un Mini Moke que, a su vez, está basado en el Austin Mini. De este alocado coche de seis ruedas sólo se han producido 20 unidades. ¿Pero por qué con seis ruedas? "Por el peso. El helado es pesado y en los días de calor un automóvil vende 125 kilos", explica Michael Luca. Sus clásicas furgoheladerías están incluso disponibles como bonitos modelos a escala o pintados en tazas.
También en Hocking's Dairy Cream Ices las furgonetas de helados se han convertido en parte de esta compañía de Appledore, en el condado de Devon (Inglaterra), por eso imprime las fotos de sus coches en el empaquetado de los helados. La joya de la flota es un Morris Cowley de 1928. "Servidor, con nueve años, ya vendía helados. Cuando se acababan, ordenaba la reposición desde una cabina telefónica", recuerda Neil Hocking. Entonces, como hoy, el menú era fácil: ¡solo vainilla! "Nuestra reputación se basa en eso", dice Neil, "algunos conducen 100 millas sólo por hacerse con uno de estos helados".
Junto con su hermano, Geoffrey Neil, es ya la tercera generación al frente de esta empresa, fundada en 1936 por su abuelo David. La temporada de helados comienza el primer domingo de marzo y termina el último domingo de octubre. La flota con la que trabajan también incluye un Land Rover, cuya tracción total se usa, por ejemplo, en los festivales de música en los que el terreno es fangoso.
Algunas personas conducen 100 millas para comprar nuestros helados. Sólo ofrecemos una variedad: ¡vainilla!" Neil Hocking (57), de Hocking’s Dairy Cream Ices
Andrew Upton, de 49 años, bisnieto del fundador de la compañía, habla de su labor: "Uno no se siente como si fuera al trabajo. Es una forma de vida, ya no hay mucha gente que se dedique a esto de las heladerías móviles".
Es sorprendente que estas furgonetas clásicas todavía funcionen y, sobre todo, sigan realizando sus rutas. Sin duda, su estética resulta un reclamo mucho más potente que una aburrida furgoneta moderna. Los modelos históricos entran por los ojos, son más entrañables y, por supuesto, ayudan a incrementar las ventas, Sin duda, estos británicos son muy cool y saben hacer del estilo una fuente de ingresos. ¡Bravo!