Lexus ya ha cumplido 30 años, una historia todavía corta, pero intensa
En secreto y solo a sus hombres de confianza, en 1983, el presidente de Toyota, Eiji Toyoda, planteó un reto muy ambicioso: fabricar el mejor coche de lujo del mundo. Cinco años después, nació el Lexus LS 400
NO REPARARON EN MEDIOS TÉCNICOS Y HUMANOS para su desarrollo. Trabajaron más de 1.400 ingenieros y hasta 2.300 técnicos cualificados focalizados en las distintas partes del vehículo. Se utilizaron hasta 450 unidades de prueba y testaron en el banco más de 1.000 motores. Había que dejar el listón muy alto, asombrar al mundo entero. La misión tenía una envergadura desconocida hasta ese momento. Por eso, para asegurar el tiro, se llegaron a recorrer 4,4 millones de kilómetros entre Europa, Estados Unidos y Arabia Saudí. El coche definitivo fue aprobado en 1987 y debutó dos años más tarde en el Salón de Detroit. El Lexus LS 400 sorprendió a propios y extraños, una berlina premium que rozaba los cinco metros de longitud y escondía bajo el capó un equilibradísimo motor V8 de cuatro litros y 253 CV. Con él, era capaz de acelerar de 0 a 100 km/h en 7,8 segundos y lograr una punta de 241 km/h. ¿Su consumo medio? 11,8 l/100 km. Y todo ello sin utilizar ni una sola pieza de otros modelos de Toyota, pues la idea era lograr un estándar único en diseño, lujo, aerodinámica, habitabilidad, confort, sonoridad y tecnología.
Máxima exigencia
Su interior contaba con unos acabados impecables y numerosos detalles hechos de forma artesanal. Cada puntada, la elección del cuero, las formas de los asientos... Para lograr la ansiada perfección se llevaban a cabo más de 300 controles de calidad en todo el proceso de fabricación.
Los Takumi, los admirados maestros artesanos, eran los encargados de liderar cada proceso y velar para que no hubiera errores. Su ojo clínico y su sensibilidad eran la clave (de hecho, no hay ningún Takumi en Lexus que no tenga 25 años de experiencia y no hay en la marca ingenieros de grado más elevado que los ingenieros Takumi).